Durante su primer año en la empresa, el nuevo gerente había despedido a casi todos los ejecutivos con jerarquía, y todo parecía indicar que yo sería el próximo.
Puesto que hacía 28 años que estaba en la empresa, me convenía permanecer en ella. No obstante, ya no me pedían que participara en la toma de decisiones de asuntos claves y rara vez me daban trabajos importantes. Un colega, en la misma situación, me pidió que preparáramos juntos un memorándum y nos reuniéramos con el jefe para explicarle cómo podíamos ser más útiles a la empresa. Le dije que yo necesitaba orar antes de dar un paso así, y le recomendé que hiciera lo mismo.
Yo quería ser receptivo a la guía de Dios y dejar de lado mi propia voluntad. Dos pasajes de la Biblia me fueron muy útiles. Se refieren a dos situaciones distintas. La primera cuando María supo que sería la madre de Jesús y preguntó cómo podría ocurrir eso. María dijo: "He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra". Lucas 1:38. Y la segunda, cuando Jesús estaba en el huerto de Getsemaní, él aceptó la voluntad de Dios, diciendo: "Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". Lucas 22:42.
Si bien no puedo comparar lo que yo estaba viviendo con lo que tuvieron que enfrentar María y su hijo, sabía que podía expresar la misma disposición de hacer la voluntad de Dios. Entonces me puse a orar así: "Aquí estoy, Dios mío, dispuesto a hacer Tu voluntad".
Había ciertos estereotipos que debía superar. El principal era que a las personas mayores de 50 años les es muy difícil conseguir trabajo. Otra preocupación era que los beneficios de mi jubilación se verían reducidos significativamente. Por otra parte, sentía que la empresa no estaba reconociendo mis años de dedicación y lealtad.
La situación empeoró. Los intentos de mi amigo para fortalecer su situación fueron contraproducentes, y él se desesperó más. Una semana después asistí a una reunión donde mi jefe describió sus metas y la resistencia que estaba encontrando para alcanzarlas. Aunque después llegué a la conclusión de que no era así, en ese momento me pareció que me estaba hablando directamente a mí, dejando en claro que él quería que me fuera, y rápido.
En ese momento, caí de rodillas, por así decirlo, y oré algo así: "Padre querido, quiero estar dónde Tú quieres que esté, hacer lo que Tú quieres que haga. Tú sabes los talentos y habilidades que me has dado, al igual que a todos Tus hijos. He tenido una maravillosa experiencia en esta empresa, pero si Tú ahora tienes algo mejor, avanzaré con total confianza en Tu dirección, sin sentirme decepcionado ni arrepentido. Sé que Tu guía es infalible. Te escucharé y obedeceré. Soy tu agradecido y obediente servidor".
Me inundó una sensación de calma y confianza. En una semana, se me asignó un trabajo importante, que tenía que estar terminado en dos días. Cuando lo concluí, el proyecto fue de la entera satisfacción de los directivos de la empresa, y siguieron asignándome otros trabajos de importancia. También volví a participar en la toma de decisiones de alto nivel.
En poco tiempo, me fue dada la responsabilidad de reorganizar totalmente el área donde laboraba y designar al personal de la misma. Varios años después, me nombraron gerente de la división y serví como uno de los altos ejecutivos de la empresa.
Dios tiene cosas maravillosas para nosotros. Esto lo vemos claramente cuando abandonamos la voluntad propia, y cedemos a los planes y propósitos de Dios.