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Una respuesta INMEDIATA

Del número de mayo de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Íbamos A Aterrizar y nos aproximábamos rápidamente a la pista de un congestionado aeropuerto, en una aeronave con más de doscientos cincuenta pasajeros. Ya habían bajado el tren de aterrizaje y el avión estaba a pocos metros del suelo. De pronto resultó claro que estábamos a punto de aterrizar directamente sobre otro avión que estaba carreteando en el medio de la pista que nos habían asignado. El piloto hizo cambiar el rumbo de nuestra nave súbitamente, aun en el aire, virando rápidamente a la derecha como en un vuelo acrobático. El avión se sacudía y vibraba a medida que trataba de virar y ganar altura al mismo tiempo. El ala derecha estuvo a punto de arrancar la parte superior del edificio de la terminal.

Los pasajeros comenzaron a dar muestras de pánico. Entre todas las voces, hubo una en particular que se destacó: “Soy piloto comercial. ¡Estamos cayendo!” Muchos se prepararon para lo peor.

La persona que viajaba conmigo y yo tuvimos una reacción diferente. Inmediatamente nos volvimos a Dios en oración. El tipo de avión que se encontraba en nuestro camino, llamado Concorde [armonía en español], nos recordó la armonía y la omnipotencia de Dios. En el universo de Dios no hay discordancia. Nos aferramos al hecho de que todas las personas involucradas en esta situación eran en realidad, los hijos del único Padre-Madre Dios y que todos moraban en Su reino, bajo el completo control de la inteligencia divina. Mary Baker Eddy escribió: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el concepto correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía”.Ciencia y Salud, pág. 424.

Mi compañero y yo recurrimos a varios relatos bíblicos que hablan de la protección de Dios. Recordamos, por ejemplo, a Sadrac, Mesac y Abed-nego, los tres jóvenes hebreos que habían sido arrojados al horno de fuego ardiendo por haberse negado a adorar una estatua que había mandado a hacer el rey. Véase Daniel 3:1–27. Confiados en que Dios estaría con ellos a pesar de todo, salieron ilesos.

Continuamos orando y, sin duda, otros en el avión tambián lo estaban haciendo. Fue un desafío tratar de mantenerse por encima del caos, pero permanecimos tranquilos. El avión comenzó a nivelarse hasta que, una vez más, estuvo volando serenamente hacia el oscuro cielo. Después de lo que pareció una eternidad, empezamos a volar en círculos sobre el aeropuerto otra vez y a prepararnos para aterrizar. Mientras tanto, mi compañero de viaje y yo continuamos reconociendo que el amor siempre presente de Dios estaba abrazándonos a todos.

Luego de aterrizar, el avión se aproximó rápidamente a la terminal y apagó los motores. Muy pronto los pasajeros estaban riendo y regocijándose por nuestro arribo seguro. Probablemente, entre ellos hubo quienes atribuyeron esa seguridad a algo distinto a la omnipresencia de Dios. Quizá pensaron que era la suerte, el destino o algún milagro. Pero yo tuve la certeza de que Dios nos había salvado, porque sé que la oración da resultado.

Cada vez que viajo, pienso en este ejemplo de la presencia protectora de Dios. Siempre me tranquiliza saber que todos en el reino de Dios están a salvo y que moran en la armonía perfecta.

Si alguna vez nos enfrentamos a alguna situación que nos condena a morir, cualquiera sea la circunstancia, no necesitamos aceptarla como si fuera inevitable. En cambio, basándonos en la omnipotencia y la presencia constante de Dios, podemos rechazar la suposición de que exista alguna causa o efecto contrario al Creador, que es el bien mismo. Dios gobierna Su creación en perfecta armonía.

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