Teníamos una vida muy gratificante. Todo iba bien y estábamos felices y tranquilos. Nuestras entradas eran más que suficientes para responder a nuestras necesidades, e incluso nos permitía hacer algunos gastos extras de vez en cuando. Pero, de repente, algunos de los graves problemas que estaba sufriendo el mundo, comenzaron a afectar nuestra vida de una forma inesperada. Con la economía en crisis, la reducción de personal en las empresas, y la discriminación debida a la edad, comenzamos a enfrentar mucha inseguridad, problemas financieros y desempleo. Eliminamos los gastos extras. En ese momento, una de nuestras hijas regresó a vivir con nosotros, porque precisaba apoyo financiero.
Fue como si una plaga se hubiera abatido sobre el bienestar de nuestra familia. Pensé en la infestación de ranas que hubo en Egipto, hace mucho tiempo, cuando Faraón se negó a liberar al pueblo hebreo de la esclavitud. La Biblia habla sobre las ranas en el libro del Éxodo: "Y el río criará ranas, las cuales subirán y entrarán en tu casa, en la cámara donde duermes, y sobre tu cama..." Éxodo 8:3. Fue una profecía que se cumplió. Los problemas económicos que estaban infestando nuestra vida se parecían a aquellas ranas.
Tratar de ignorarlas o escondernos de ellas, no ayudaría en nada. Necesitábamos orientación para saber cómo debíamos orar, y la encontramos en la siguiente declaración: "El hecho contrario relativo a cualquier enfermedad es necesario para sanarla".Ciencia y Salud, pág. 233. A mi entender, eso se aplica no sólo a las enfermedades físicas, sino también a los problemas económicos. La verdad espiritual sobre cualquier situación, corrige aquello que parece ser un hecho inamovible. Podemos resolver nuestros problemas pensando en la verdad espiritual que los contradice. Toda enfermedad o desequilibro de cualquier naturaleza es la evidencia opuesta de que somos los hijos amados de Dios y estamos siempre bajo Su cuidado y protección.
La economía de Dios es el equilibrio perfecto entre la oferta y la demanda.
En el caso de nuestra familia, nos dimos cuenta de que, para sanar aquella "plaga" financiera, precisábamos comprender que Dios tenía total autoridad en la vida de cada uno de nosotros.
Puesto que nuestra situación económica parecía desequilibrada, procuramos entender el significado espiritual de la palabra "economía". La economía es un sistema que mantiene el equilibrio entre la oferta y la demanda. De esta manera vimos que si comprendíamos que la economía representa la provisión continua, ese hecho espiritual corregiría cualquier desequilibrio financiero.
Jesús probó que Dios puede ayudarnos cuando tenemos algún déficit en la vida. Cuando precisó alimentos para miles de personas, una pequeña porción de pescado y pan que sus discípulos le entregaron fue suficiente para alimentar a todos. Mateo 14:14–21. Cuando faltó vino en una fiesta de casamiento, el agua fue transformada no simplemente en un buen vino, sino en el mejor. Juan 2:1–11.
La economía de Dios es un estado natural de bienestar, o sea, el equilibrio perfecto entre la oferta y la demanda. Y esa economía está regulada por la ley divina. Cuando necesitamos modificar o realizar alguna cosa en nuestra vida, la Mente divina ofrece las ideas y la solución.
Nuestra familia confiaba en que podría neutralizar el desempleo y la carencia con los recursos adecuados y una actividad con la que nos sintiéramos a gusto. Como hijos de Dios sólo podíamos ser miembros útiles y dignos de la sociedad. La Biblia declara que "el obrero es digno de su salario". Lucas 10:7 El trabajador merece su remuneración.
Percibimos que si la actividad y la productividad son contrarios al desempleo, nuestro deber era ser receptivos a la soluciones que Dios nos presentara. Al reflejar esas cualidades divinas estábamos viviendo nuestra oración para recibir más de la bondad del Padre. Al expresar amabilidad y honestidad, integridad y seriedad, actividad correcta y motivación, estábamos reflejando y glorificando a Dios.
Nos embargó una serena expectativa del bien. Comenzamos a tener ideas nuevas. De pronto nos enteramos de que los dueños de dos pequeños negocios similares, que realizaban sus actividades en su propia casa, estaban buscando compradores. Si podíamos comprar los dos y combinar sus actividades, tendríamos la entrada adecuada. Los propietarios nos dijeron que podíamos definir los términos de la transacción, y que no tendríamos que pagar un adelanto. En las siguientes reuniones que tuvimos con los vendedores, estuvimos tan conscientes del amor y de la protección de Dios, que todos los obstáculos que surgieron fueron solucionados.
Conseguimos comprar los dos negocios y, en pocas semanas, estábamos entregando buenos productos a nuestros nuevos clientes.
Dios estaba cuidando de las necesidades de todos. Estas palabras me vinieron al pensamiento: "En la relación científica entre Dios y el hombre, descubrimos que todo lo que bendice a uno bendice a todos, como lo demostró Jesús con los panes y los peces — siendo el Espíritu, no la materia, la fuente de provisión".Ciencia y Salud, pág. 206. Todo lo que bendice a uno bendice a todos. ¡Qué pensamiento más maravilloso! Dios había atendido a nuestras necesidades y también a la de los dos vendedores, que hacía mucho tiempo que esperaban una solución.
Las finanzas de nuestra familia se equilibraron nuevamente. Habían desaparecido todas las ranas.