En Una Época llegué a sentir que ya había hecho todo lo que tenía que hacer en la vida y que, siendo ya mayor por mi edad, era tarde para comenzar algo nuevo o concretar lo que siempre había deseado realizar. Había aceptado que mi existencia estaba llegando a su punto final.
Como este pensamiento me perturbaba continuamente decidí recurrir a Dios en oración para lograr calmar mis temores. Un pasaje de Ciencia y Salud me llenó de esperanza: “La Vida no tiene comienzo ni fin. La eternidad, no el tiempo, expresa la idea de la Vida, y el tiempo no es parte de la eternidad”.Ciencia y Salud, pág. 468.
La edad no es impedimento para estudiar.
Esto me hizo pensar que si Dios, al que la autora de este libro, Mary Baker Eddy, se refiere como Vida, no tiene comienzo ni fin, yo tampoco puedo tener comienzo ni fin, por ser Su hija creada espiritualmente, a Su semejanza, según lo que dice la Biblia en el primer capítulo del Génesis. Al pensar en que “el tiempo no es parte de la eternidad”, me di cuenta de que para Dios no hay edad, porque Sus hijos siempre están en el punto exacto de la perfección, como Él. Con esto me di cuenta de que mi edad no era motivo para no poder comenzar un proyecto nuevo, como era el de iniciar mis estudios en la universidad.
No digo que no tuve dudas. Una de ellas era que no tendría la suficiente capacidad intelectual para ir adelante. Pero yo había también aprendido que así como Dios es Vida, también es Mente, la única verdadera Mente. Esto hizo aumentar mi convicción de que el hombre refleja la Mente que es suprema e infinita. Además, la oración me ayudó a disciplinar mi pensamiento, y pude verme a mí misma como una expresión de Dios. Entonces yo no podía estar fuera de la influencia divina, y eso hizo que me sintiera llena de fortaleza.
Fue muy claro que debía apartar de mi pensamiento las nociones comunes sobre la edad, de falta o pérdida de inteligencia y de fuerzas. Debía aceptar la verdad de que Dios creó al hombre para que lo represente como Su propia emanación: como siempre protegido y satisfecho ante Su infinita presencia, gracia y poder. Ciencia y Salud describe claramente la unión indivisible que hay entre Dios y el hombre: “El hombre no es Dios, mas como un rayo de luz que viene del sol, el hombre, la emanación de Dios, refleja a Dios”.Ibid., pág. 250.
Con esta nueva manera de pensar, muy pronto me sentí con ganas renovadas de trabajar en bien de los demás. También me esforcé por profundizar y practicar lo que aprendo en la Christian Science.
En este momento tengo muchas ocupaciones, y me esfuerzo por comprender cada vez más que mi vida es Dios y que Su presencia es eterna. El regocijo de esta Verdad infinita es lo que da valor y vida a todo lo que hago. Al sentirme más libre, he podido continuar con mis estudios académicos.
Una experiencia, particularmente, me ha alentado a seguir adelante. En determinado momento tenía que rendir una materia. Como había tenido muchas dificultades en la práctica y el aprendizaje del curso recurrí una vez más a la oración para encontrar ayuda en Dios, y de este modo, poco a poco, fui superando las dificultades. El resultado fue que finalmente aprobé el examen. Pero lo que más me emocionó es que la profesora elogió el gran esfuerzo que yo había hecho al empezar algo nuevo en esta etapa de mi vida, además de alentarme, diciéndome que tendría continuas oportunidades para mejorar y perfeccionarme.
Hoy, sigo avanzando en mi conocimiento de Dios y de Su creación, teniendo siempre presente que “...el comprender a Dios es obra de la eternidad y exige absoluta consagración de pensamientos, energías y deseos”.Ibid., pág. 3.