Cuando nuestra hija menor estaba por nacer, en 1998, llevé a mi esposa a una clínica de maternidad, situada a unos dos kilómetros del lugar donde vivimos. La dejé allí alrededor de las nueve de la noche y regresé a casa.
A la mañana siguiente, cuando volví a la clínica, una de las parteras me dijo que el bebé no estaba en la posición correcta y que sería necesario hacerle una cesárea.
Me preocupé mucho y no sabía qué hacer. Pero entonces pensé: "Si mi esposa es una idea de Dios, ¿para qué necesita cirugía?" Nada de esto le comenté a la partera.
Cuando llegué a mi trabajo, telefoneé a un amigo que es practicista de la Christian Science, para pedirle que orara por mí. Le expliqué el caso y él me pidió que pensara en estas ideas: Dios está actuando ahora mismo, hablándole a tu conciencia y revelando Su presencia. No existe nada que pueda resistirse al poder de Dios. El Principio divino es absoluto y no tolera error, así como la luz no deja lugar para la oscuridad. La acción divina es perpetua y nada puede detenerla.
El practicista me dio el ejemplo de un arco iris que refleja los siete colores del espectro; luego me dijo que mi esposa y el bebé expresaban o reflejaban los siete sinónimos de Dios: Principio, Mente, Espíritu, Alma, Vida, Verdad y Amor. En ese momento recobré mi paz interior.
En Ciencia y Salud leí el siguiente pasaje: "En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu. Lo bello, lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia. Su origen no está, como el de los mortales, en el instinto bruto, ni pasa él por condiciones materiales antes de alcanzar la inteligencia. El Espíritu es la fuente primitiva y última de su ser; Dios es su Padre, y la Vida es la ley de su existencia" (pág. 63).
Después de leer este pasaje, entendí claramente que nuestro origen no es material sino espiritual. En ese momento me vino la idea de que no era mi presencia física ni mi preocupación lo que resolvería el problema, sino la presencia de Dios, y me tranquilicé de inmediato.
Alrededor de las diez de la mañana, un primo vino a decirme que mi esposa había dado a luz de forma natural y que era posible que ella y el bebé fueran dados de alta a las seis de la tarde. Él ya había hecho arreglos con un amigo para llevarlos a casa.
En ese instante leí este pasaje de la Biblia, en el Apocalipsis: "Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche" (12:10). Me sentí muy feliz. Aunque al principio creí que dependía de mí la solución del problema, ahora me resultaba claro que sólo la presencia divina podría haberlo hecho.
Esta experiencia me ha permitido comprender que cada vez que tenemos un problema, lo primero que debemos hacer es elevar el pensamiento para reconocer que la vida no es material, sino espiritual. Ésa es la lección que aprendí. Y esto me ha permitido entender que, cuando tenemos una vislumbre de la presencia divina, siempre podemos mantener la calma. Sabemos que Dios está aquí y que Su labor es eterna.
Luanda, Angola