El dorado de las hojas se destacaba contra el azul intenso del cielo. Era sábado por la mañana, y yo iba de camino a la iglesia a poner las flores para el servicio del domingo. Me sentía muy contenta e inspirada. Iba cantando himnos, cosa que no hago siempre. Entonces observé el camino que tenía delante. Los rayos del sol se filtraban a través de las copas delos árboles. En ese tramo el camino es angosto y tiene muchos árboles a ambos lados que en esa época, por ser otoño, forman un recorrido maravilloso de naranjas, amarillos, rojos, verdes y ocres.
Muchos de ellos son arces que en esta región de Nueva Inglaterra se destacan mucho porque, debido al alto contenido de azúcar que tienen sus hojas, adquieren unos tonos increíbles. Cuando de pronto el viento aumentó un poco y una lluvia de hojas de todos colores se presentó ante mi vista y literalmente fue bañando el auto por un largo recorrido. Fue un espectáculo muy bello que me llenó de alegría.
Al instante pensé: "¡Qué lástima que tengan que perder sus hojas! Ahora sólo van a quedar troncos y ramas desnudas, como sin vida..." Casi de inmediato me vino otro pensamiento que fue toda una revelación para mí. Pensé que si bien los árboles iban a parecer como secos y sin vida, en realidad se estarían preparando para recibir las flores y hojas nuevas que saldrían en la primavera. Es decir, que el proceso de limpieza que se produce durante el otoño al desechar las hojas secas y viejas, va preparando las plantas para una renovación.
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