Steven Austad, investigador y profesor de biología de la Universidad de Idaho, en los Estados Unidos, está seguro de que para el año 2150 la Gente vivirá hasta la edad de 150 años. Estilos de vida más saludables, la promesa de tecnologías biomédicas y los progresos en la investigación genética, lo han convencido de que algunas de las personas que hoy viven podrán vivir lo suficiente como para llegar al próximo siglo.
Austad no es el único en avizorar este horizonte centenario. Un equipo de investigadores de la Facultad de Medicina de Harvard, también ha estado pensando en la posibilidad de tener una vida más prolongada. Su proyecto, Investigación Centenaria de Nueva Inglaterra, fue creado en 1992 y es el primer estudio integral de individuos de cien o más años de edad.
Los resultados hasta hoy indican que existe algo más que la mera suerte de poder contar con los genes adecuados para vivir una larga vida. Dicen que también ayuda una actitud correcta. Los 75 centenarios entrevistados, tenían en común una perspectiva optimista, vigor, energía y humor, y se negaban a contemplar la edad como una limitación para la vida. La religión y la oración, puntualiza el equipo de Harvard, tuvieron asimismo importantes efectos saludables. La mayoría de estas personas centenarias asisten frecuentemente a la iglesia y viven vidas productivas, y despiertan cada día llenos de gran expectativa.
Como exploradores ansiosos de trazar derroteros en territorios inexplorados, los investigadores continúan en su esfuerzo por encontrar respuestas que permitan vivir más. Pero antes de adentrarse en esta frontera deberían preguntarse si este modelo de vida convencional y lineal es en realidad el territorio adecuado a explorar.
Una manera de ver este modelo lineal es como si la vida fuera una carrera, donde uno comienza en la línea de partida, avanza, trata de mantener el paso, se dirige a la recta final y cruza la línea de llegada. La meta se transforma en un esfuerzo por encontrar la forma de mover la línea de llegada más hacia adelante y de ese modo prolongar la carrera — o sea, nuestras vidas — tanto como sea posible.
Pero, ¿qué sucedería si este concepto lineal no describiera con certeza la vida real? Entonces, ¿qué la describe?
Este tipo de cuestionamiento lleva a muchas personas a recurrir a una poderosa imagen narrada por un escritor del Nuevo Testamento en la Biblia, cuando explica nuestra relación con Dios: "Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos".Hechos 17:28. He aquí un concepto de la vida sin líneas de partida o de llegada. En este concepto el Dios eterno es reconocido como el origen del ser de cada uno, como la Vida misma, que aporta permanentemente cada aspecto de quienes somos y de lo que somos, nuestra identidad, inteligencia, buena naturaleza, salud.
En este modelo la vida no es lineal ni biológica, sino eterna y espiritual y está en todas partes. Habitamos en la Vida con su diversidad, totalidad, gracia y grandiosidad infinitas. El esfuerzo por encontrar una clave para vivir una vida larga y sana, se convierte entonces en el esfuerzo por comprender mejor la naturaleza espiritual de la Vida y de nuestra inseparable relación con Dios.
Es una búsqueda a la vez fructífera y sanadora, como me di cuenta por primera vez hace muchos años. En aquel entonces, un día, estaba trabajando con un producto químico nocivo y tuve una erupción que me cubrió todo el cuerpo. No había visto la etiqueta en el recipiente que indicaba tener precaución. La escena debe haber parecido muy cómica pues me senté en el piso y me empecé a rascar en docenas de lugares desde la cabeza hasta los dedos de los pies.
No obstante, a mí no me causaba ninguna gracia. Oraba a Dios, a la Vida misma, pidiéndole ayuda. Luego, como una voz, me llegaron las siguientes palabras: "No has violado ninguna ley". Entendí que eso significaba que la vida que Dios otorga no tiene condiciones. Es inofensiva y buena y no puede ser derogada por nada, tampoco por un producto químico considerado dañino. La erupción y la picazón desaparecieron en pocos minutos. Nunca me hubiera imaginado una prueba más convincente de que la vitalidad y el poder sanador de la Vida son todopoderosos y están aquí presentes. Cuando logramos discernir y aceptar que esto es verdadero, se transforma en un poder que nos sostiene y nos sana.
La vida que Dios otorga no impone condiciones.
La más detallada explicación que he visto del efecto sostenedor y sanador que se produce cuando se entiende la Vida, está en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. El estudio de la Biblia por parte de la autora, sus oraciones, y las lecciones acerca de la Vida que ella misma aprendió cuando se recuperó mediante la oración de un grave accidente, la hizo darse cuenta de que todo el ser está en Dios y le pertenece a Él. Este gran hecho fue fundamental no sólo para la Ciencia del Cristianismo que ella descubrió, sino también para su vida larga y productiva como sanadora espiritual y líder religiosa.
En su libro, la Sra. Eddy formula una pregunta que es mi favorita, porque me habla de la Vida misma. Me recuerda que la Vida está aquí y fluye sin cesar. Ella pregunta: "¿Pediremos más al manantial abierto, que ya está vertiendo más de lo que aceptamos?"Ciencia y Salud, pág. 2. Es una pregunta que no sólo señala una nueva dirección, sino que da renovada esperanza a la búsqueda de respuestas para vivir una vida larga y saludable.