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Artículo de portada

"En prisión uno tiene más tiempo para leer..."

Del número de enero de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Soy el hijo mayor de una familia musulmana, y cuando era jovencito estudié un tiempo en una escuela islámica. En 1997, cuando estaba en el segundo año de la facultad de derecho, me puse a pelear con otro estudiante, y fui condenado a cinco años de prisión, por "intento de asesinato"; el otro estudiante había hecho una declaración falsa en mi contra para defenderse.

Fui a dar a la prisión, sin estar preparado para ella. Yo siempre había dicho que el ir a prisión era el resultado natural de llevar una vida al margen de la ley. Ése no era mi caso. Entonces me rebelé. Me rebelé contra todo y contra todos, contra los magistrados que ciertamente habían percibido la verdad en mi caso, pero me habían sentenciado de todos modos, y especialmente contra mi compañero por haber mentido. Mi corazón estaba lleno de odio hacia él. Yo también tenía que descubrir cómo iba a enfrentar y a adaptarme al ambiente tan hostil y violento de la prisión. Entonces comencé a involucrarme en peleas para hacerme un lugar dentro de la cárcel. Lo irónico de todo esto es que la prisión y el campus de la universidad son establecimientos vecinos, y durante los dos años que había estado en la universidad, jamás me había preguntado cómo sería la vida en esa penitenciaría (se podía visitar a los detenidos). Entonces pensé que se me estaba castigando por mi indiferencia.

Habían pasado dieciocho meses de encarcelamiento cuando una noche que estaba escuchando la radio me sentí conmovido por un programa y decidí que "dedicaría mi vida a Jesús". Nunca imaginé las consecuencias que tendría esta decisión. Durante meses se lo oculté a mi familia cuando venían a visitarme. Pero uno no puede ocultar "una ciudad asentada sobre un monte".Mateo 5:14.

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