Cuando mi hija Kirstene tenía seis años el director de la escuela me llamó un día por teléfono. Me preguntó si ella había mostrado alguna vez vaguedad en su actitud o vacío mental. Cuando le dije que no, me sugirió que fuera a la escuela. Ella no estaba actuando normalmente. El director me dijo que necesitaba llevarla al médico de inmediato.
Al ver a Kirstene, no dio señal de que me reconociera y no habló. Cuando la tomé de la mano estaba flácida y sin vida. Pero ella pudo caminar hasta el auto y entrar sin ayuda.
Ni bien me encaminé rumbo a casa, recurrí a Dios en busca de ayuda. Yo sabía que Él estaba con nosotros, y que podía sanar a esta niña. De modo que mientras manejaba, le recordé las primeras cosas que ella había aprendido en la Escuela Dominical. Que Dios es Amor. Que Dios la amaba. Que Él la había hecho a Su imagen. Esto quería decir que era la hija misma de Dios, y estaba segura bajo Su cuidado.
Cuando llegué al punto en la carretera donde debía decidir si iba al médico o a casa, supe que tenía que tomar una decisión muy importante. Como madre cuidadosa y responsable, no quería privar a mi hija del tratamiento médico si se requería. Pero sabia que me tomaría otros 45 minutos llevarla en coche a la ciudad, y ella necesitaba ayuda de inmediato. Supe que Dios estaba mucho más cerca. Su poder sanador estaba siempre a mano. Yo ya había tenido pruebas de esto. Había sanado a nuestros hijos en muchas ocasiones. Al recordar esas curaciones, decidí apoyarme en Dios para sanar a mi hija.
Continué orando. Dije en voz alta: "Dios te quiere mucho. Él es tu Padre-Madre. Tú Le perteneces. También le canté un himno que se llama "Apacienta mis ovejas" (Himnario de la Christian Science No304). Mary Baker Eddy escribió la letra, y dice que Dios es el Pastor de cada uno de nosotros. Comienza así: "La colina, di, Pastor, cómo he de subir". Como mi esposo y yo teníamos un criadero de ovejas, yo sabía que Kirstene se identificaría con ellas, porque sabía que se siguen unas a otras, y que siempre necesitan de un pastor para que las cuide. Ella incluso había tenido una ovejita de mascota que necesitaba mucho afecto. De manera que cuando canté: "Guía a tu rebaño hoy, hacia ti Señor", supe que ella sentiría el amor del gran Pastor que la cuida a cada momento.
Su condición no cambió. Pero no me di por vencida. Le dije que repitiera después de mí: "Dios es Amor". Ella no respondió. Entonces le indiqué que la queríamos muchísimo, y que era la hija amada de Dios. Que Él la rodeaba, de la misma forma que un papel envuelve un regalo.
Una vez más le insistí que dijera "Dios es Amor". Ella ni siquiera dio señales de haberme escuchado.
Su condición no cambió, pero no me di por vencida.
Detuve el auto, me volví hacia ella y le dije: "Muy bien, si no lo puedes decir, sí puedes demostrarle a Mami que Dios es Amor".
De inmediato me rodeó con sus brazos. Entonces con voz aguda y vacilante me dijo: "Dios... es...Amor". Esta acción terminó completamente con el vacío mental de Kirstene. Durante el resto del recorrido a casa, ella habló muy contenta. Cuando llegamos, saltó corriendo del auto para ir a buscar a su papá. Estaba completamente normal otra vez.
En los años que han pasado desde entonces, jamás se ha vuelto a presentar esa condición.
Estoy tan agradecida por esta curación. Para mí, fue una prueba maravillosa del gran poder sanador de Dios. También ha servido para recordarme que nunca dude que Él cuida de nosotros.
Éste es simplemente un ejemplo de cómo el amor de Dios fue una ayuda siempre presente cuando criábamos a nuestros cuatro hijos. Otra curación ocurrió cuando yo estaba pasando por la menopausia. Durante esa época mi menstruación continuó sin menguar durante varias semanas. Esto era muy alarmante y oré de todo corazón. Buscaba una prueba de que Dios me gobernaba, y que yo era en realidad espiritual y perfecta, no la víctima de la edad ni de un cambio fisiológico.
Entonces mi esposo y yo viajamos a Australia. Estando allí, visité a una practicista de la Christian Science. Le conté del problema que tenía. Ella reforzó el hecho de que yo era la imagen y semejanza de Dios. Me dijo que Él me amaba mucho y que yo no estaba nunca separada de ese amor. De inmediato me sentí consolada.
Cuando salí de su oficina, tuve una sensación maravillosa. Mi corazón estaba cantando. Me dije: "¿Cómo no voy a ser Su hija? ¿Cómo no voy a ser la imagen y semejanza de Dios?" Estaba profundamente convencida de que lo era. Sentía que estaba sana. Entonces la hemorragia se detuvo.
Estoy muy agradecida por la Christian Science. Guarda un rico tesoro de ideas espirituales, que son muy útiles en la vida diaria.
Hamilton, Nueva Zelanda