Me encanta el baile flamenco, así como la gente que encuentro en las clases y en los talleres a los que concurro. Es un arte difícil. El zapateado vigoroso, los ritmos que se llevan con las palmas, los movimientos de brazos y manos y los giros súbitos de la cabeza. ¡Y a veces todo esto ¡ocurre al mismo tiempo! Se necesita mucha energía, gracia y paciencia para aprender estos movimientos.
Soy una bailarina de edad madura. Parecía como que el nivel de energía que necesitaba era demasiado para mí y que olvidaría pronto los pasos coreográficos. Cuando estudié flamenco en el pasado no había tenido problemas. Pero no he querido pensar que estoy vieja, aunque tengo que confesar que muchas veces me sentí frustrada.
Pero muchas ideas espirituales me ayudaron a perseverar. Una de ellas es la de pensar que soy hija de Dios, que es la única Mente y Alma. Como hija de esta Mente, todas mis cualidades tienen su origen en Ella: son mi herencia. Dios es la fuente de mis cualidades y Dios no tiene límites. Así puedo pensar que tengo energía, gracia, e inteligencia en abundancia inagotable. Hace 5 años que estudio flamenco y cada clase me trae mucha satisfacción, no sólo porque lo disfruto mucho, sino porque también siento que estoy venciendo limitaciones.
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