Era una situación muy difícil. Mi hija, estudiante universitaria, había dejado de comer; tan sólo bebía agua. Yo sabía que no podía seguir así. Si bien tenía un gran deseo de ayudarla y confiaba plenamente en su capacidad de sanarse mediante la oración, como siempre lo había hecho, nunca antes me había visto frente a una circunstancia similar. Su curación parecía estar fuera de mi alcance.
Meses antes, había encontrado un versículo en el Evangelio según Lucas, en la Biblia, que me había llamado mucho la atención, pues sentí que contenía un mensaje importante para mí. El mismo se refiere a las siguientes palabras de Jesús a sus discípulos: "En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante". Lucas 10:8.
Durante varios meses reflexioné sobre el significado de esas palabras y encontré la forma de aplicarlas de manera eficaz a mi práctica sanadora. Entonces, un día, ya enfrentada al problema de mi hija, adquirieron una nueva y original dimensión, aunque parecían no tener relación con su trastorno alimenticio.
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