Un día íbamos con mi mamá, y mis hermanitos y yo, a la casa de mi abuelita, cuando de repente una abeja me atacó picándome en la cara y en la cabeza. Y entonces vinieron más abejas y nos picaron a todos.
No podíamos ver ni caminar bien. Unos vecinos que salieron al oír nuestros gritos, nos invitaron a pasar a su casa muy amorosamente. Ellos nos dijeron que esas picaduras podían ser muy peligrosas.
Nos salieron unas ronchas que nos dolían mucho y a mí me empezaba a doler la cabeza también. Mi mamá nos decía que recordáramos que Dios nos tenía en Sus brazos, y que nada malo nos podía pasar.
Teníamos tanto miedo que no queríamos salir a la calle, pero finalmente dimos las gracias y nos fuimos. Cuando llegamos a la casa de mi abuelita, mi mami nos leyó el Salmo 91: "El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré..." Así nos leyó hasta el final y comenzamos a sentirnos mejor. Ya no teníamos dolor, pero aún teníamos miedo.
Entonces mi mamá nos recordó la frase: "En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor". 1 Juan 4:18. Y después de unos momentos se fue el temor porque sentimos que el Amor nos rodeaba totalmente.
Estoy muy feliz porque Dios nos mantuvo a salvo y bien.
Tecamac, Estado de México México