"Todo comenzó cuando éramos chicos, y robábamos pastelitos", dice Pedro (no es su verdadero nombre). "Cuando tenía doce años me vi envuelto en un montón de cosas diferentes".
Pedro se hizo miembro de una pandilla juvenil. Su caso era típico. Vivía en una zona de bajos recursos, no tenía dinero para gastar ni siquiera en las cosas más pequeñas. Quería ser como los demás y ser respetado por ellos.
Los estudios dicen que los chicos como Pedro entran a formar parte de las pandillas cuando están entre 6° y 8° grado. Buscan formar parte de una familia y ser respetados. Tratan de probarse a sí mismos y ganar una reputación, que, por lo general, significa una reputación de comportamiento violento. Ésta es su forma de demostrar que son un verdadero hombre o mujer.
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