Soy una señora de edad avanzada y vivo en una residencia para gente mayor que lleva una vida activa.
Hace un par de años, cuando me levanté de la cama, debo de haberme caído porque una enfermera que entró a mi habitación para despertarme me encontró tirada en el suelo entre la cama y un sofá.
No recordaba haberme caído, y puede que haya perdido el sentido por un rato, pero en ese momento la enfermera me ayudó a ponerme de pie. Yo estaba consciente y muy pronto descubrí que no podía usar el brazo izquierdo, desde el hombro hasta la punta de los dedos. La enfermera llamó a una practicista de la Christian Science que había orado por mí en otras ocasiones, y le contó la situación. La practicista de inmediato comenzó a orar por mí, y me llamó por teléfono para recordarme que "los accidentes son desconocidos para Dios, o Mente inmortal", una declaración que se encuentra en la página 424 de Ciencia y Salud. En realidad, esa declaración había sido lo primero que me vino al pensamiento cuando recuperé la conciencia y me di cuenta de lo sucedido.
El brazo estuvo hinchado y amoratado varios días. En la clínica local me sacaron una radiografía, pero no me dieron ningún tratamiento médico. La radiografía mostró que el brazo estaba fracturado en el hombro.
La curación tardó seis semanas en efectuarse, y durante ese período me mantuve en constante comunicación con la practicista. Ella me sugirió que leyera la definición que hace Mary Baker Eddy del Bien (Ciencia y Salud, pág. 587). "El Bien. Dios; Espíritu; omnipotencia; omnisciencia; omnipresencia; omniacción". Me indicó que éste era el único lugar en Ciencia y Salud donde se usaba la palabra "omniacción". El Bien, siendo omniacción, era la única acción que se producía en mi vida, y operaba como ley.
Dios no podía permitir que yo fuera una persona discapacitada.
También hablamos sobre las muchas curaciones que realizó Cristo Jesús según relatan los Evangelios, y sobre la oración en la pág. 514 del mismo libro que dice: "La Mente, gozosa en fortaleza, mora en el reino de la Mente. Las ideas infinitas de la Mente corren y se recrean. En humildad ascienden las alturas de la santidad". Con frecuencia, me recordaba a mí misma que yo era la idea infinita de la Mente y, por lo tanto, podía correr y pasarla bien. Poco a poco fui recuperando el uso del brazo. Hoy puedo hacer todo lo que antes acostumbraba a hacer con él, y es difícil determinar cuál brazo tuvo el accidente.
Estoy muy agradecida por esa curación que atribuyo al poder del Cristo tan evidente en las oraciones de la practicista, a la firme ayuda de las enfermeras y otro personal de mi residencia, y a mi propia persistencia al negarme a admitir que Dios podría permitir que yo fuera una persona discapacitada. Esta curación renueva mi gratitud a mi Padre-Madre Dios, a Cristo Jesús, y a la Sra. Eddy, cuyo libro Ciencia y Salud, he estudiado por muchos años.