Hace unos años Dios le dio a nuestra familia la maravillosa oportunidad de comprar nuestro propio departamento. Hacía ya mucho tiempo que alquilábamos, de modo que estábamos muy contentos de poder adquirir uno. Después de firmar todos los documentos legales, empezamos a renovar el departamento.
Seis meses después la Corte nos notificó que nos iban a embargar el departamento porque se había descubierto que la transacción de compra había sido ilegal. Tuvimos que presentarnos para una audiencia ante el juez. Estábamos enojados porque sabíamos que habíamos actuado con toda honestidad al hacer la transacción. No había sido nuestra intención engañar a nadie. Ese mismo día fuimos al tribunal donde nos explicaron con todo detalle la situación. Se había presentado otro heredero y teníamos que someternos a los procedimientos legales para investigar la situación. Sentimos que estábamos sufriendo una cruel injusticia, ya que no habíamos hecho nada malo. Comentamos lo sucedido con algunos conocidos quienes nos dijeron que perderíamos el caso, que la Corte nos quitaría la vivienda, y que lo mejor que podíamos hacer era tratar de vender la propiedad. Pero nosotros no veíamos por qué teníamos que hacer eso cuando éramos inocentes. Todo tipo de dudas invadió nuestro pensamiento.
Cuando una amiga cercana que es estudiante de la Christian Science se enteró de nuestro problema, no sugirió que oráramos juntos por la situación de acuerdo con los principios espirituales que descubrió Mary Baker Eddy y escribió en Ciencia y Salud. Esta idea fue para nosotros como un rayo de luz que atravesó el terrible caos de oscuridad que parecía rodearnos.
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