Cuando llegué a la "Cuarta Forma" [8o grado], me sentí cómodo de comenzar a prepararme para rendir el examen BEPC [examen de ingreso a la escuela secundaria superior]. Pensé en presentarme al terminar el año escolar, en junio del 2000, aunque es un examen que uno presenta normalmente en 9o grado.
En mi barrio, varios estudiantes de "Tercera Forma" [equivalente al noveno grado], habían formado un grupo de estudio y yo solicité ser admitido para prepararme mejor para el examen. En ese momento yo tenía 12 años, y era el más joven del grupo. Entre nosotros había un chico cuya madre acostumbraba a hacer cosas fraudulentas. Ella estaba comprando copias de los exámenes en la Delegación, el organismo oficial que representa al Ministerio de Educación en cada provincia, pero nadie en el grupo lo sabía.
Antes de salir de casa el primer día del examen, nos pusimos con mi mamá a leer algunos pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud. Al leer yo trataba de comprender mejor lo que las palabras me estaban diciendo.
Por alguna razón, cuando me vio salir, mi mamá me dijo: "Estás a salvo. Dios ciertamente te va a proteger. Él te va a dar la sabiduría que necesites".
Yo vivía a veinte minutos caminando del lugar del examen. Cuando iba de camino, me puse a cantar un himno que comienza con palabras que son como una oración: "La colina, di, Pastor, cómo he de subir". Himnario de la Christian Science N° 307. Y antes de comenzar la primera parte del examen me puse a repetir la "declaración científica del ser", Ciencia y Salud, pág. 468. lo que me ayudó a recordar que Dios es mi inteligencia. Esto me dio el valor de un león. Terminé el día con la firme convicción de que aprobaría mis exámenes porque todo me resultaba muy fácil.
Pero el segundo día, al terminar la sección sobre geografía, el jefe del centro examinador me pidió que saliera y me llevó a la oficina del Director donde me interrogaron. Yo no sabía que uno de los miembros de nuestro grupo de estudio había sido arrestado porque tenía copias del examen en su poder — delito muy grave en Camerún — y había revelado los nombres de todos los otros miembros del grupo.
Después de interrogarme, dos policías me llevaron a su patrulla, donde me encontré con otros tres miembros de mi grupo de estudio, quienes tampoco sabían de qué se trataba todo eso. Al entrar al vehículo, Marie-Grâce, que es mi vecina y mi mejor amiga, se acercó al coche y me preguntó: — Franck, ¿qué hiciste.
— No tengo idea — le respondí.
—¿Qué piensas hacer?
— Sólo Dios sabe. Él se va a asegurar de que yo esté a salvo — respondí, aunque tenía mucho miedo.
El jefe del centro examinador de pronto me pidió que saliera del aula.
Los policías nos llevaron al 7o Distrito en Douala. Cuando llegamos logré tranquilizarme y orar. Me dije a mí mismo que Dios estaba cuidando de todos nosotros, y que Él no me abandonaría, pues soy Su hijo amado. Empecé a pensar en la historia de Daniel en la Biblia, quien fue injustamente arrojado al foso de los leones para que fuera devorado. Así como a Daniel, a mí me estaban tratando injustamente, pero yo oré afirmando que Dios me ayudaría como lo había ayudado a él.
Mientras tanto Marie-Grâce se había ido corriendo a llamar por teléfono a mis padres. Ellos comenzaron a buscarme de inmediato. No obstante, recién me encontraron dos días después porque la policía no había llamado a nuestras familias. No fue sino luego de estar un día en la estación de policía que nos pidieron nuestros números de teléfono.
Mis padres no pudieron hacer nada para que me liberaran cuando me visitaron la primera vez; sin embargo, continuaron orando y alentándome. Mi padre me vino a ver todos los días. Cinco días después mis amigos y yo pudimos volver a casa.
El gobierno de mi país de inmediato comenzó un proceso judicial en contra de los defraudadores. Durante el procedimiento que duró un mes y medio, yo estaba seguro de que Dios nos salvaría de que nos castigaran injustamente porque Él nos amaba a todos.
Después del juicio fuimos exonerados, y yo entré a la escuela secundaria superior, aunque no había podido terminar el examen final. Pero el muchacho que nos acusó de engañar en el examen fue sentenciado a seis meses de prisión. Los funcionarios de la Delegación que tomaba el examen, también recibieron sentencias entre seis meses y tres años.
Estoy por siempre agradecido a Dios, mi Padre y Madre, por haberme protegido y rescatado durante esta experiencia tan difícil.
"Me llamó mucho la atención la manera de pensar de Franck cuando lo arrestaron. Y a todos nos sorprendió mucho que lo exoneraran. Desde entonces he estado leyendo el Heraldo".
“Franck y yo estábamos en el mismo grupo de estudio, y todos fuimos víctimas de la mentira de nuestro compañero. Antes de que comenzaran nuestras sesiones de estudio, él acostumbraba a orar y eso nos causaba mucha gracia. Le habíamos puesto el sobrenombre de Pastor... Yo nací católico, pero Franck me cuenta acerca de la Christian Science, y leo las revistas del Heraldo que él me da, y me gustan".
