Cuando terminó el año escolar nuestra muy querida maestra y profesora de alemán dejó la escuela. El año siguiente tuvimos una maestra nueva. Ella parecía ser el opuesto de nuestra maestra anterior. Sentíamos que era muy injusta y brusca con nosotros. Nos resultaba difícil hablar con ella. Cuando yo hablaba en nombre de la clase, ella siempre me decía: "Aina, no discutas conmigo". Por esa razón tenía problemas con ella. Yo sentía que esto no podía continuar así, y me sentía muy desesperada.
Después de conversar con mi familia sobre esto, me di cuenta de que la oración era lo único que me podía ayudar. Cuando me puse a orar comprendí que esta maestra, al igual que mis compañeros y yo, era la hija de Dios. Traté de pensar en ella con amor y me resultó más fácil no discutir con ella. A veces esto era más fácil de decir que de hacer. Pero vi que mi oración funcionaba cuando ella comenzó a conectarse mejor con nosotros y se volvió más comprensiva.
Estoy agradecida a Dios porque tuve esta experiencia y pude ver, más allá del odio y de las discusiones, a la persona amorosa que Dios creó.
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