En octubre de 1999 mi papá estaba muy preocupado porque había recibido una carta del municipio informándole que tenía que pagar una multa bastante elevada, por no haber pagado, durante varios años, la licencia para tener un negocio. El mismo, por otro lado, había sido cerrado en el año 1992. La carta le daba tres días de plazo para que efectuara el pago. Mi papá había ido al municipio para tratar de aclarar la situación y le pidieron la carta de Cese del negocio. Ahora bien, durante aquellos años, nos habíamos mudado de casa cuatro veces y ya no teníamos ningún documento relativo a la firma. Sucedió que la repartición pública también se había mudado de sede y habían perdido muchos documentos, y por eso estaban cobrando de acuerdo con los datos obsoletos que tenían.
Valió la pena orar.
— Ahora, ¿que hago? — pregunto mi papá—. Ellos quieren cobrar y no es justo porque yo hico todo correctamente.
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