La comunidad expresaba mucha preocupación por la gran sequía. No sólo porque el agua era racionada, sino porque en la montaña, a cuyas faldas se extiende nuestra ciudad, Caracas, aparecían incendios con mucha frecuencia. No hay caraqueño que no ame al Ávila por su majestad y la belleza de su vegetación. Oía a muchos decir que estaban orando para que Dios hiciera llover.
Yo en vez de pedir, afirmaba continuamente Su bondad y cuidado por Su creación. Estaba convencida de que Dios no tardaría en manifestar Su bondad. Lo que ocurre es que yo ya había aprendido una lección sobre el amor de Dios por Sus hijos, y su habilidad para responder a las necesidades de éstos.
Hace un tiempo me visitó la dueña de una hacienda y me expresó su gran preocupación por la falta de lluvia. Me explicó que su propiedad estaba separada de otra por una montaña no muy alta, y cuando llegaban las nubes se detenían en la cima de la montaña y esto impedía que lloviera en su hacienda. Como resultado mientras las tierras de su vecino estaban regadas, las suyas estaban secas.
Ella me preguntó si podía orar para que Dios enviara lluvia a su hacienda. Le respondí que el libro Ciencia y Salud nos asegura que: "El Amor es imparcial y universal en su adaptación y en sus dádivas. Es el manantial abierto que exclama: 'Todos los sedientos: Venid a las aguas'". Ciencia y Salud, pág. 13.
Para mí esto quería decir que Dios nos invita a todos a participar de Su bondad porque Él lo incluye todo. Su gran amor por Su creación nunca podía ser menos que universal. Estuve de acuerdo en orar por la granja desde esta perspectiva.
Mientras oraba me di cuenta de que no podía aceptar que algo pudiera impedir que la bondad del Amor divino manifestara su imparcialidad. Todos los animales, los árboles, las plantas y los hombres, tanto de un lado como del otro de la montaña, eran objetos de Su amor. De modo que no había razón para que las fuentes de bien no se derramaran igualmente para todos ellos.
Pensé en esta afirmación del profeta Joel: "Tierra, no temas; alégrate y gózate, porque Jehová hará grandes cosas. Animales del campo, no temáis; porque los pastos del desierto reverdecerán, porque los árboles llevarán su fruto, la higuera y la vid darán sus frutos. Vosotros también, hijos de Sión, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio". Joel 2:21-23. Sentí que ésta era una promesa a todos los hijos de Dios, una promesa que no se podía romper jamás.
En vez de pedir, yo afirmaba continuamente la bondad de Dios.
Semanas después me visitó la dueña de la hacienda y sumamente agradecida me dijo: "Una semana después de nuestra conversación empezó a llover y continuó lloviendo regularmente". Muy feliz me describió que la hacienda estaba hermosa y tan verde que parecía una pintura. Recordar esa experiencia me convenció de que el Creador respondería también a la necesidad de lluvia en mi ciudad. Estaba segura de que Él no permitiría que los incendios devoraran la bella vegetación del Ávila, y que los habitantes de Caracas no sufrirían por falta de agua. Yo sabía que el amor de Dios ya se estaba expresando y tenía que seguir expresándose. Esto quería decir que todas sus necesidades serían satisfechas.
Sucedió que en esos días el condominio de mi edificio, llamó a una empresa para impermeabilizar el techo aprovechando que no llovía. Mi apartamento está ubicado en el último piso, y exactamente debajo del techo que necesitaba ser impermeabilizado. En la mañana en la cual empezaron el trabajo, levantaron la impermeabilización anterior, y el techo quedó sin protección. Esa misma tarde empezó a llover.
Me sentía tan gozosa de ver, cómo la lluvia bañaba la montaña y la ciudad, que no pensé en el techo. De repente la lluvia suave se transformó en una gran tormenta y muy pronto parte del techo empezó a gotear.
Confieso que por unos minutos me sentí tentada a desear que dejara de llover. Pero sentí que no podía pensar así. La necesidad de lluvia que tenía la ciudad era mucho más importante. En lugar de sentirme frustrada e inquieta, empecé a tomar las medidas necesarias para que las goteras no dañaran los muebles y otras pertenencias. Lo hico con mucha calma y hasta con humor, decía: "Debemos agradecer que no tendremos que limpiar y ordenar el apartamento hasta que terminen el techo".
No me sentía desamparada por el Amor divino, ni víctima, sabía que era imparcial. Estaba segura de que esta lluvia que era una bendición tan grande para la ciudad, me bendeciría a mí también de alguna manera.
Y así fue. Con la ayuda del consorcio del edificio, pude pintar todo el apartamento a un precio módico. Muchas cosas que hacía mucho tiempo que necesitaban arreglo, fueron reparadas, y otros detalles mejoraron de aspecto. Por cada detalle que mejoraba, yo reconocía las bendiciones y agradecía a Dios por Su bondad. El apartamento fue renovado completamente. Al final sentí que tenía una casa nueva.
Mary Baker Eddy escribió: "Cada fase sucesiva de experiencia descubre nuevas perspectivas de la bondad y del amor divinos". Ciencia y Salud, pág. 66. Esta experiencia me demostró que la bondad y el amor de Dios son completamente imparciales. Para que uno los pueda ver manifestados, debe ceder por completo al cuidado del Amor y confiar en Su bondad.
