"Lo siento", me dijo mi jefe, "pero eliminaron tu puesto".
¿Lo siento? Yo no lo lamentaba. Hacía años que venía haciendo el mismo tipo de trabajo, y estaba lista para un cambio. No veía el momento de poder salir a buscar un puesto que realmente me gustara. No obstante, después de varias entrevistas, descubrí que eso no era tan fácil. De hecho, temía que tuviera que conformarme con cualquier trabajo con el que pudiera pagar el alquiler.
Un día, mientras estudiaba la Biblia, encontré un versículo de Proverbios (18:16) que me sorprendió: "La dádiva del hombre le ensancha el camino y le lleva delante de los grandes". Seguramente, pensé, ésta es la promesa que me hace Dios de que mis dádivas (mis talentos e intereses) encontrarán un lugar (empleo) para mí. Tenía mucho sentido que Dios, quien me había otorgado dichos talentos, me encontrara el mejor lugar donde destacarme con ellos.
¿Cuáles eran mis "dádivas"? Bueno a mí me gustaba escribir y corregir. También me gustaba actuar en teatro amateur. En mi tiempo libre me encantaba leer sobre otras culturas. Y cuando hacía planes para mis vacaciones, mi primera elección era viajar. ¿Era suficientemente buena esta lista? ¿Quizás fuera demasiado frívola? Llegué a la conclusión de que no. Era un recuento sincero de lo que me producía alegría. No necesitaba tratar de impresionar a Dios, porque Él me amaba tal como yo era.
Es más, tomé en serio lo que dice Mary Baker Eddy en su libro Ciencia y Salud: "El deseo es oración; y nada se puede perder por confiar nuestros deseos a Dios, para que puedan ser modelados y elevados antes que tomen forma en palabras y en acciones". Ciencia y Salud, pág. 1.
Me pareció natural orar a Dios para conseguir empleo. A lo largo de los años le había confiado mis necesidades económicas y mis relaciones, incluso mi salud. Dios había respondido a mis oraciones tan plenamente como promete este versículo de la Biblia: "Traed todo el diezmo al granero, para que haya alimento en mi Casa, y probadme, si queréis, en esto, dice Jehová de los Ejércitos; y veréis si no os abro las ventanas del cielo, y os derramo una bendición tal, que no haya donde quepa". Mal. 3:10, Versión Moderna.
Supe que no había sido una coincidencia.
Un día me enteré de que un amigo estaba preparando un nuevo programa de radio para la gente que vive en África. Estaba buscando a alguien que escribiera las introducciones, revisara las transcripciones y viajara a diferentes países para preparar a los participantes del programa. Me preguntó si quería el empleo, y yo acepté. El trabajo fue mucho más maravilloso que cualquier cosa que yo hubiera podido imaginar, y pude hacerlo bien.
Esto me enseñó muchas cosas, entre ellas, que es importante:
Estar dispuesto a reinventarse
Al pasar de ser secretaria a productora de radio, podríamos decir que me reinventaron. No es que me haya transformado en una persona diferente, sino que cuando comencé a percibir mejor cuáles eran mis intereses y talentos y fui más leal a ellos, me volví más yo, la hija valiosa y especial de Dios.
Reinventarse no consiste en mejorarnos a nosotros mismos; ya estamos gloriosamente dotados de talentos. Nuestro Creador ya se ha hecho cargo de eso. Nos ha dado a cada uno nuestra propia combinación de talentos especiales que debemos usar para alcanzar nuestro potencial.
Armados con esta nueva perspectiva de nosotros mismos, podremos situar nuestra búsqueda de empleo en posiciones más altas que en el pasado. El Apóstol Pablo, quien experimentó una reinvención muy grande, habló por experiencia cuando escribió: "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman". 1 Cor. 2:9.
Ser generosos con nuestra vida
Buscar empleo para beneficiar a nuestros congéneres abre las puertas para que podamos servirlos de maneras inesperadas. Pienso que no fue ninguna coincidencia que, cuando me contrataron para producir programas para África que trajeran inspiración a la gente, yo justo acabara de leer un libro sobre ese continente, y estuviera orando por su progreso económico.
La generosidad era una virtud que ciertamente destacaba el empleo de Cristo Jesús. Él, que podría haber sido el "Rey de los Judíos", dio a sus discípulos esta instrucción: "El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos". Mateo 20:28.
Dios es nuestro empleador
Según las apariencias, estamos sujetos a una economía inestable con estadísticas que proyectan crecimiento aquí y cierres allá. La seguridad en el trabajo parecería cosa del pasado. No obstante, en el reino de Dios donde realmente vivimos todos, el progreso es la ley para cada uno de Sus hijos. "Iguales e infinitas oportunidades al alcance de todos", es la máxima divina.
Nadie nos conoce mejor, ni nos quiere tanto, como Dios. Él realmente conoce muy bien nuestras capacidades para hacer el bien. Y por ser nuestro Empleador, se deleita al guiarnos a tener el trabajo en el que podemos bendecir y ser bendecidos de la mejor manera.
La oración nos ayuda a saber qué camino tomar.
