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“Y solemnemente prometemos... orar”

Del número de febrero de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


AVECES LA VIDA NOS PINTA ANTE LOS OJOS LA MUECA DEL SUFRIMIENTO HUMANO — NOS PONE FRENTE A FRENTE CON ROSTROS SIN ESPERANZA, NOS GOLPEA EN LA VENTANILLA DEL AUTO CON LA MANO DE LA INDIGENCIA QUE MENDIGA EN LOS SEMÁFOROS, O NOS PASA DE REFILÓN POR POBLACIONES MARGINALES CON NIÑOS INOCENTES CAMINANDO DESCALZOS ENTRE LA POBREZA.

Un sentido de injusticia en ocasiones nos recorre el alma, y algo nos dice que no podemos esconder la cabeza o mirar en otra dirección. Tampoco podemos enfriar nuestro natural sentido de solidaridad recubriéndolo con indiferencia. En cambio, un inmenso interrogante se suscita de manera inquietante: "¿Qué podemos hacer?"

Yo tengo una respuesta, que me ha dado resultados prácticos en los casi diez años que he trabajado en labores sociales: podemos orar. Y me encantaría explicar exactamente a qué me refiero. En el libro Ciencia y Salud hay un capítulo completo dedicado a la oración como un poderoso medio de traer armonía a cualquier aspecto de la vida. La oración es, desde este punto de vista, el preámbulo mental a través del cual alineamos nuestro pensamiento con la realidad espiritual, a saber: la perfección, la abundancia, el amor, la alegría, o la salud. Cuando oramos nos esforzamos por estar conscientes de este cuadro de ideas espirituales como la única realidad existente.

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