Entre 1990 y 1992, la salud de mi esposa sufrió muchos altibajos. Finalmente, en 1993 se deterioró a tal punto, que tuvimos que tomar medidas prácticas. Comenzamos a consultar con médicos y, especialmente, con un sanatorio conocido por lo acreditado de sus análisis clínicos.
Después de cinco meses de observar el caso, el doctor que atendía a mi esposa nos dijo que no había encontrado nada malo, aunque su salud seguía empeorando.
Fue entonces cuando unos amigos de la familia nos recomendaron que recurriéramos a los sanadores no convencionales de mi país, y aprovecharon la oportunidad para afirmar que el problema era provocado por la brujería. Incluso nos dijeron quiénes eran los causantes de ello. Nosotros nos sentimos muy disgustados y estábamos convencidos de que querían hacernos daño aunque nosotros no les habíamos hecho nada malo.
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