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Artículo de portada

Sin efectos posteriores

Del número de junio de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Era la primera semana en mi nuevo puesto en una empresa de tecnología. Salí de una reunión con un cliente y me dirigí en el automóvil de regreso a mi oficina bajo una lluvia torrencial. De pronto, cuando en una esquina giré hacia la izquierda, un auto que venía de frente no se detuvo ante la luz roja que tenía en su carril y chocó contra la puerta delantera del lado del acompañante. El impacto fue tan fuerte que hizo que el vehículo girara casi 360 grados y se volcara de lado. Aunque yo tenía puesto el cinturón de seguridad, fui arrojada contra la ventanilla del acompañante.

Quedé inconsciente por un tiempo. Recuerdo que recuperé la conciencia cuando estaba en la camilla de una ambulancia, porque sentí las gotas de lluvia en la cara. Escuché a los paramédicos que me decían que tenía suerte de estar viva, y que tenía muchos huesos rotos. Me aseguraron que no me preocupara porque había un hospital del otro lado de la calle.

Primero pensé en mi auto. Luego pensé en mi traje nuevo, ¡confiaba en que no me lo hubiesen dañado cuando me pusieron en la camilla! Y me preocupaba poder cumplir con mi trabajo en la oficina ya que era miércoles, mi tercer día en el empleo. Mientras todos estos pensamientos se agolpaban en mi cabeza, me acordé de esta declaración de Mary Baker Eddy que me sabía de memoria: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo” (Ciencia y Salud, pág. 468). Inmediatamente sentí una sensación de afecto y de protección divina.

Recuerdo que le pedí a una de las personas de la ambulancia que llamara a mi tío y le dijera lo que había sucedido. Mi tío es practicista de la Christian Science y vive cerca de ese lugar. Yo sabía que él se pondría a orar inmediatamente por mí, y vendría al hospital. Sentí muy dentro de mí que Dios estaba conmigo y que quería apoyarme sólo en Él para sanar de los efectos posteriores del accidente. No obstante, cuando llegué al hospital me resultó difícil comunicar esto a los que allí estaban porque tenía la cabeza vendada y no podía ver a nadie. Me habían asegurado los brazos a la camilla y no tenía ninguna sensación en el brazo derecho.

Los médicos me sacaron radiografías y me dijeron que el brazo estaba quebrado en varias partes. A pesar del diagnóstico, sentí que necesitaba regresar al trabajo al día siguiente. Hay un versículo de la Biblia que siempre me ha gustado y que me pareció escrito para mí, puesto que me preocupaba cómo iba a poder continuar con mi trabajo. Dice así: “Él pues, acabará lo que ha determinado de mí; y muchas cosas como éstas hay en él” (Job 23:14). Al pensar en esto, me di cuenta de que me estaba diciendo que yo podía confiar en que Dios me ayudaría a cumplir con mis obligaciones en la oficina.

Si bien las radiografías mostraron que algunos de los huesos estaban separados, yo sabía que nada me podía separar de Dios. Estaba tan segura de esto que ya había comenzado a sentir que el brazo se estaba sanando.

Decidí hablar más claramente con el personal del hospital. Les dije a los médicos que era Científica Cristiana y que quería tratar las lesiones mediante la oración; que me dieran de alta del hospital y me pusieran bajo el cuidado de mis familiares. Entonces me dijeron que si no colocaban los huesos del brazo en su lugar, nunca podría volver a usarlo. Se ofrecieron para mostrarme las radiografías pero les dije que no era necesario, que yo iba a tomar los pasos necesarios al respecto y que optaba por recibir tratamiento en la Christian Science. Quería que supieran que respetaba lo que me estaban diciendo, pero que me iba a apoyar en Dios para la curación. En el pasado, había tenido algunas lesiones haciendo deportes así como otros problemas físicos que habían sido sanados mediante la oración, de manera que me sentía llena de confianza.

Los paramédicos decían que tenía muchos huesos rotos.

Finalmente, me trajeron unos formularios de descargo médico, los que firmé con una “X” con la mano izquierda. Luego, me bajé como pude de la mesa donde me examinaron, y salí para encontrarme con mis tíos. Antes de salir del hospital pedí un cabestrillo para sostener el brazo.

Al salir fuimos directamente al depósito de automóviles para ver en qué condiciones había quedado mi vehículo. Estaba totalmente destruido. No pude abrir la guantera porque estaba incrustada dentro del motor, pero pude sacar el resto de mis pertenencias personales con la mano izquierda.

Después que mis tíos me dejaron en casa, pasé el resto del día orando, mientras mi tío también me apoyaba con su oración. Hablamos varias veces por teléfono para ver cómo progresaba la curación y para compartir ideas. Fue muy útil la definición de hombre que se encuentra en la página 475 de Ciencia y Salud, porque dice que el hombre es espiritual, una idea de Dios, y que no está hecho de huesos, ni de ningún elemento material que se pueda quebrar.

Al día siguiente, regresé al trabajo con el brazo en cabestrillo. Mis colegas se asombraron al verme, porque habían llamado al hospital para averiguar lo ocurrido y no se explicaban por qué no quise que me colocaran el brazo en su lugar, en vista de que estaba todavía muy inflamado. Esto puso en funcionamiento ciertos procedimientos legales en la firma: porque les preocupaba llegar a ser imputados como irresponsables. Yo era un nuevo empleado y había sido lesionada durante horas de trabajo. A causa de ello ese día se reunió la junta de directores para tratar el tema de mi lesión y la Christian Science, y determinar si la firma podría llegar a ser acusada como responsable si mi brazo no sanaba. De manera que sentí la urgencia de obtener la curación, porque necesitaba demostrarles que yo no estaba ignorando el problema y que la Christian Science realmente sana. La empresa me dio una cantidad de formularios para que firmara liberándolos de toda responsabilidad. Finalmente, hicieron una detenida investigación del accidente y de las lesiones que había tenido en el brazo, la que pasó a formar parte de mi archivo personal.

Al día siguiente, viernes, me quité el cabestrillo y pude escribir y trabajar un poco con la computadora. Y al terminar ese mismo fin de semana ya podía usar el brazo con toda libertad.

Esta curación ocurrió hace doce años. Desde entonces he continuado esquiando, nadando largas distancias, corriendo y practicando “rafting”, sin sentir ningún dolor o experimentar restricción alguna. Mi brazo está tan bien que es como si el accidente nunca hubiera ocurrido.

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