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Supera injusticia en el trabajo

Del número de junio de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace ya unos años que trabajo en una compañía que tiene la política de premiar con dinero al empleado que ha demostrado su puntualidad durante todo el año. Yo siempre me he hecho acreedora del mismo, y ese año no fue la excepción.

Pero al presentar el memorando a mi jefe inmediato para que se me otorgara dicho premio, sabiendo que había sido puntual todo el año y nunca había faltado a mis labores, se negó a firmarlo. En ese momento sentí que se estaba cometiendo una injusticia.

Entonces me di cuenta de que estaba teniendo lástima de mí misma. Me pregunté: ¿Estás aceptando que dependes de algo material, estás creyendo que Dios es injusto y no está presente, y que no sabe nada de lo que haces? En ese momento declaré en silencio que Dios, el bien, es el único poder que me gobierna, y es mi único Jefe Directo, por ello en el reino de Dios no hay injusticias.

También comprendí que al pensar que mi jefe era injusto conmigo estaba teniendo sentimientos en contra de él, y eso no era correcto. Si estaba declarando la justicia de Dios para mí misma, no podía ser tan injusta de pensar que mi jefe podía ser menos que el hijo de Dios, o sea justo y equitativo.

Todas estas ideas fueron llegando suavemente a mi conciencia tranquilizando mi pensar. Poco a poco, mi corazón se llenó de buenos pensamientos hacia mi jefe y hacia la situación en sí. Como resultado, me pagaron el premio de puntualidad al que tenía derecho.

En otra ocasión en el trabajo, me llamaron para decirme que podía gozar de un préstamo que la empresa otorgaba a sus trabajadores después de cierto tiempo de trabajar para la compañía. Si bien en ese momento yo no lo necesitaba, lo solicité de todos modos. Otra compañera y yo hicimos el mismo trámite, y al entregar los papeles nos aseguraron que nos darían el préstamo porque cumplíamos con los requisitos.

Sin embargo, cuando acudimos para que nos fuera entregado el préstamo nos informaron que no habían sido autorizados. Nos explicaron que se había terminado el presupuesto y que teníamos que hacer una nueva solicitud. Mi compañera se encontraba muy angustiada, pero yo no me desalenté y la tranquilicé pensando: "Nada ni nadie puede impedir que obtengamos el bien que Dios otorga".

Comencé a orar, diciendo: "Dios es mi único Dador, mi único empleador, y nada puede detener ni obstruir la abundancia de Su Amor". En el libro Escritos Misceláneos, pág. 206, Mary Baker Eddy escribe: "El verdadero Científico Cristiano constantemente acentúa la armonía en sus palabras, y en sus hechos, mental y oralmente, repitiendo perpetuamente este diapasón del cielo: 'El bien es mi Dios y mi Dios es el bien. El Amor es mi Dios, y mi Dios es el Amor'". Esto es una ley divina y tiene todo el poder de manifestarse. Continué orando en estos términos y pronto nos dieron la fecha para cobrar el préstamo.

Estoy muy agradecida a mi Padre — Madre Dios por todas sus maravillas. Sé que aún tengo mucho camino por recorrer, pero sabiendo que Dios es mi protector, que Dios me cuida, me sostiene, me guía e ilumina mi camino, sé que no tendré temor ante cualquier situación que se presente. Porque la Verdad jamás se gasta, jamás se devalúa, jamás se distorsiona, ni se discontinúa, siempre está vigente, y ya tiene todo el poder que necesita para gobernar todo el universo.


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