Hace ya unos años que trabajo en una compañía que tiene la política de premiar con dinero al empleado que ha demostrado su puntualidad durante todo el año. Yo siempre me he hecho acreedora del mismo, y ese año no fue la excepción.
Pero al presentar el memorando a mi jefe inmediato para que se me otorgara dicho premio, sabiendo que había sido puntual todo el año y nunca había faltado a mis labores, se negó a firmarlo. En ese momento sentí que se estaba cometiendo una injusticia.
Entonces me di cuenta de que estaba teniendo lástima de mí misma. Me pregunté: ¿Estás aceptando que dependes de algo material, estás creyendo que Dios es injusto y no está presente, y que no sabe nada de lo que haces? En ese momento declaré en silencio que Dios, el bien, es el único poder que me gobierna, y es mi único Jefe Directo, por ello en el reino de Dios no hay injusticias.
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