Soledad Castelnoble venía planeando desde hacía tiempo un viaje desde Uruguay a los Estados Unidos para visitar a su hijo y familia. Pero pocos días antes de salir su esposo, sufrió un infarto cerebral con complicaciones cardíacas.
Imperio cuenta: “Un domingo por la mañana me levanté con una molestia en la vista: veía todas las cosas extrañamente juntas, como nunca me había sucedido. Lo comenté con mi señora y me dijo que me quedara tranquilo.
“Sin embargo, comencé a empeorar y me tuvieron que llevar en la Sala de Emergencia móvil, o ambulancia, donde los médicos aconsejaron a mi esposa que me internara immediatamente. Cuando llegamos al sanatorio entré directamente a cuidados intensivos. Recuerdo que al tomar la mano de mi esposa sentí que estaba orando por mí, al igual que mi familia. A pesar de mi gravedad, me vinieron a la mente los versículos del Salmo 23 que dicen: ‘Jehová es mi pastor; nada me faltará... Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno’”.
Soledad cuenta: “A pesar de que los médicos dejaban muy pocas esperanzas de que mi esposo quedara bien pusimos todo en manos de Dios. Imperio tiene 56 años y participa muy activamente en un hogar que tenemos para niños discapacitados y abandonados. En este hogar, que se llama ‘Los gauchitos’, además de dar albergue a los niños, tenemos talleres de trabajo y les damos clases.
Dios tenía la respuesta para mí.
“Los médicos no estaban seguros de que mi esposo se fuera a recuperar totalmente. Si así ocurría dijeron, iba a llevar mucho tiempo y su visión no iba a ser buena. Entonces le pedimos ayuda a una practicista de la Christian Science para que nos apoyara con su oración. Tambien nosotros estábamos orando, teniendo presente que él era un hijo de Dios y que ningún accidente vascular podría impedir que hiciera todo lo bueno que tuviera que hacer.
“Lo maravilloso que ocurrió fue que, si bien entró un domingo en la unidad de terapia intensiva, pues tenía afectado el habla, la vista, y la capacidad de poder reconocer a la gente, sin que los médicos se lo pudieran explicar el viernes siguiente fue dado de alta. Su recuperación fue completa: recuperó totalmente la vista, el habla y pudo conversar perfectamente con todos nosotros. Y, por supuesto, pudo acompañarme al aeropuerto para despedirme”.
Finalmente Imperio agrega: “Sé que Dios tenía la respuesta para mí y que mi esposa e hijos estuvieron orando todo ese tiempo apoyándose en Dios, la Verdad y nuestra verdadera Vida”.
Hoy, Imperio y Soledad están planeando otro viaje que, sin duda, harán juntos.