Señores del Heraldo:
Guardar silencio no quiere decir olvido. He estado haciendo muy buen uso de su libro Ciencia y Salud.
Soy una persona con dificultades para moverme, y puedo afirmar que hay mucho bien en esa obra.
Cuando tenía nueve meses de edad, tuve escarlatina. Entonces me dieron una inyección que me afectó el nervio ciático y me dejó la pierna derecha más corta que la otra. Cuando tenía 32 años tuve un accidente de tránsito que me fracturó el fémur de la misma pierna. Si bien me recuperé no podía doblarla. Pero hoy, después de haber conocido su libro, me siento bastante bien. Ahora puedo flexionar la rodilla y estoy casi listo para correr. El libro de ustedes me ha ayudado muchísimo.
Les aseguro que escucho sus programas radiales con regularidad.
Muchas gracias, y hasta la próxima.
Burkina Faso
“Esta noche oraré por ti”.
Amigos del Heraldo:
Hace tres años que poseo el maravilloso libro que escribió Mary Baker Eddy, todo gracias a ustedes, y desde entonces no dejo de estudiar, repasar y aplicarlo a mi vida en lo que respecta a conducta, pensamientos, forma de hablar y comunicar a otros estas verdades maravillosas y transformadoras plasmadas en Ciencia y Salud.
Hace unos meses iba de camino hacia una ciudad lejana, cuando de pronto el transporte en el que viajaba se quedó sin frenos y chocó. El maletín y varias pertenencias mías cayeron al suelo y un objeto de otra persona cayó sobre mi rodilla, provocándome un fuerte dolor e inflamación. Por supuesto, lo primero que vino a mi mente fue miedo de que se me hubiera fracturado. En eso un amigo recogió mis cosas y fuera del maletín estaba el libro Ciencia y Salud. Rápidamente me llegaron a la mente palabras, frases y enseñanzas que me reconfortaron. Recordé la lectura que dice: “El método mejor y más eficaz, que toda madre debiera adoptar, sería decir: ‘¡Oh, no hagas caso! No estás lastimada, así que no creas que lo estás’ ” (pág. 154). Poco a poco el dolor se fue disipando, aunque la hinchazón seguía. Pero luego me olvidé de todo el asunto y acomodé mis cosas, tomé otro medio de transporte y, días después, cuando llegué a destino, me acordé de lo ocurrido, y estaba restablecido.
También quiero que sepan que hace tiempo, iba por la calle que siempre tomaba para ir a la Iglesia Adventista, cerca de donde se sentaba un señor a pedir y rogar que le dieran dinero. Recuerdo que me acerqué a él y le hablé del amor de Cristo y de cómo transformó mi vida. Le hablé de la manera que Jesús alimentó a las cinco mil personas en el desierto. También le referí cómo Eliseo libró de la ruina a la viuda. Traté de que comprendiera que Dios nos provee de todas las cosas necesarias, que cuanto más dura es la prueba más cerca está de nosotros. Por último le dije: “No tengo dinero, no soy un apóstol para librarte milagrosamente de esta situación, pero oraré esta noche por ti”. Días después, pasé por la misma calle y no lo vi. Tiempo después lo volví a ver pero no lo reconocí, sino que él me reconoció a mí. Me alegré mucho pues el Señor contestó mis oraciones. Aquel hermano estaba transformado. Me contó que al día siguiente que le hablé fue a una iglesia y allí unos hermanos lo ayudaron a salir de su mala situación, y que está muy feliz.
Algunas veces escucho las emisiones radiales [de su programa del Heraldo], y me resulta muy alentador oír los testimonios de todos esos hermanos a quienes el Señor ha librado de tantas dificultades. Los exhorto a seguir adelante.
“Que el Señor los bendiga es mi más ferviente oración”.
de la Zona del Caribe