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Artículo de portada

Un recurso eficaz para sanar el SIDA

Del número de junio de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Conocí la Christian Science cuando toda ayuda había fracasado. Durante diez años sufrí de un problema en los riñones por el que estuve bajo tratamiento médico, pero no logré sanarme. Por momentos los dolores eran tan fuertes que tenía que tomar calmantes. Entonces una noche, durante uno de esos ataques de dolor, me puse a buscar programas en mi radio de onda corta y encontré una estación que nunca antes había escuchado; estaban transmitiendo un programa llamado Christian Science Sentinel. Allí alguien contaba cómo había sido sanado al aplicar lo que había leído en un libro titulado Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Esa mañana temprano, me arrodillé y oré así: “Dios mío, si sanaste a esa persona, por favor, sáname a mí también”.

Al día siguiente comencé a buscar ese libro. Nunca había oído hablar de la Christian Science, pero busqué en la guía telefónica y encontré una Sala de Lectura. Allí me prestaron el libro y lo comencé a leer como si mi vida dependiera de él. Me habían enseñado que Dios castiga a la gente, pero descubrí que Ciencia y Salud enseñaba totalmente lo opuesto. Empecé a comprenderme a mí mismo y a saber quién era en realidad. Continué leyéndolo durante un mes, pero algo ya había ocurrido. Ya no sentía los dolores que acostumbraba sentir, y hasta hoy, 13 años después, he estado completamente libre de ese problema.

Cuando terminé de leer Ciencia y Salud, obtuve otro libro llamado Prose Works, escrito por la misma autora. Entonces decidí averiguar quién era M. B. Eddy, y comencé a leer todas las biografías sobre ella. Cuando comprendí cómo oraba, me dije: “Ésta es exactamente la religión que necesito”. Después de estudiar la Christian Science por más de tres años, decidí aprender más sobre la curación espiritual, y tomé un curso de dos semanas que realmente resultó ser toda una revelación para mí. Después de eso, fue como si hubiera nacido de nuevo. Me sentí como uno de los discípulos de Jesús, con la misión de ir por el mundo y sanar a los enfermos.

De regreso en casa, siempre que alguien venía a verme con un problema, yo le comentaba acerca de lo que había aprendido, y recurría a Dios y la gente era sanada. De esta manera más personas comenzaron a venir a verme en busca de curación. Muchas de ellas sanaron instantáneamente, y traté muchos casos, entre ellos, de asma, de artritis, de presión sanguínea alta, y de envenenamiento. Vi cómo se transformó el carácter de niños que eran mal educados y desobedientes en niños amables que comenzaron a asistir todos los días a la escuela. Fue entonces que, en el año 2000, decidí renunciar a mi puesto de meteorólogo y comencé mi labor como practicista de la Christian Science.

En Kenya, el tratamiento del SIDA es muy costoso, y los portadores del virus HIV han tenido muchísimos problemas. Muchos pacientes que sufren de ese mal me han venido a ver especialmente en las últimas etapas de su enfermedad; muchos piensan que han sido embrujados. Otros ni siquiera quieren decir que son HIV positivo. No obstante, yo oro por ellos sabiendo que hay una respuesta poderosa a este problema. SIDA significa “síndrome de inmuno-deficiencia adquirida”, pero a mí me gusta pensar que el hombre creado espiritualmente por Dios no tiene deficiencia alguna, sino que es indestructible y permanente. Dios crea a Su idea, hombre y mujer, que refleja todos Sus atributos, y nada puede interferir con ese hecho. Esta idea no está sujeta a decadencia, desintegración y erosión, porque es espiritual, perfecta, e incontaminada, progresista y sustancial.

Mi oración consiste en corregir la atmósfera mental del paciente.

En Kenya, casi el 15% de la población de 15 a 19 años de edad tiene HIV. Este número constituye unos 2.5 millones de adultos, más de la mitad de los cuales son mujeres. La expectativa de vida en Kenya ha bajado de 63 a 48 años. Siete de cada diez HIV positivo en Kenya tienen entre 18 y 25 años. Aproximadamente 1.3 millones de jóvenes han perdido a uno o ambos padres como consecuencia del SIDA.The World Fact book, Kenya Population Reference Bureau.

Cada vez que tengo un paciente con esta enfermedad aprovecho el desafío para desarrollar un mayor sentido de la presencia y del poder de Dios. Podemos probar que Su reino está entre nosotros y que en él no hay nada que temer ni que ponga en peligro al hombre. No hay caso que no pueda ser tratado. Mi oración consiste en corregir la atmósfera mental del paciente. Es imprescindible ver a todas las personas de la manera en que el Maestro las veía, como indica Ciencia y Salud: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos”.Ciencia y Salud, pág. 476.

Había una niña a quien le habían diagnosticado con SIDA. Yo les entregué Ciencia y Salud a sus abuelos, con quienes ella vivía, y le dije a la abuela que lo leyera y que tuviera presente que la niña estaba “al abrigo del Altísimo”. Salmo 91. Además le dije que su nieta había sido creada por Dios, que por lo tanto era perfecta e indestructible y que nada podía destruirla. La abuela me contó que pertenecía a una religión cuya teología se basaba en la creencia de que el hombre es pecador por naturaleza y que muere porque Dios así lo quiere; que Él castiga al hombre con la muerte. Le dije que teníamos que encontrar salud a través de la comprensión espiritual, puesto que Dios crea a todos saludables, fuertes y libres. Oré por esa niña y poco a poco comenzó a comer y a ganar peso. Ya hace siete anos que superó el problema, y goza de perfecta salud.

He estado orando por la gente de mi país para ver que Dios, el Principio divino, tiene el control. No puede haber ninguna ley que permita aniquilar gente inocente. El mal no puede usar la enfermedad para dominar o degradar al pueblo de Kenya. Dios, la Mente, es la fuente de todo el bien. Estas personas nunca han estado fuera de la presencia del Amor divino, y el SIDA no puede ser un señuelo y hacerle creer a la gente que hay placer en el cuerpo.

El hombre no es una víctima. Es el hijo recto de Dios, ya está inmunizado por la inspiración del Espíritu y refleja el poder divino que sana. Nada puede disminuir la excelencia innata del hombre.

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