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“Levántate, resplandece”

Del número de junio de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando escuchamos las noticias y nos enteramos de tantas cosas terribles que ocurren en el mundo — enfermedades incurables, terrorismo, guerras, economías al borde de la quiebra — puede que nos parezca imposible imaginar un mundo libre de sufrimiento, libre de malentendidos y conflictos. Sin embargo, como leerá en este Heraldo, nuestra oración persistente nos puede ayudar a comprender que el universo, nuestra vida, nuestra experiencia diaria, están de hecho gobernados por un Principio divino y bondadoso, es decir, Dios.

La oración persistente y eficaz sana.

Los profetas en la Biblia sabían acerca de este Principio, y resulta muy interesante leer acerca de sus experiencias.

Por ejemplo, en el Segundo libro de Reyes, Ezequías, creyendo que había enfermado de muerte, recurrió de todo corazón a Dios pidiéndole que, como él había sido fiel al Señor, lo sanara. Y Él escuchó su plegaria y lo sanó (20:1-5). En el Génesis leemos cómo Dios guió a Abraham para poner término con mucha sabiduría a las contiendas entre sus pastores y los pastores de Lot. Y en el Nuevo Testamento hay muchos ejemplos del ministerio sanador de Jesús, como es el caso del hombre que hacía treinta y ocho años que estaba paralítico (Juan 5:1–9).

Como demuestra lo publicado en estas páginas, la habilidad para sanar no era algo que tan sólo la gente de aquellas épocas poseía. Se trata de una habilidad inherente que toda persona que sinceramente busca a Dios puede practicar y demostrar. Y la oración nos ayuda a ejercer el derecho y la habilidad que Él nos ha otorgado de estar y permanecer sanos. Como dice en la Epístola de Santiago: “La oración eficaz del justo puede mucho” (5:16). Y con esa oración ferviente y eficaz podemos mejorar las condiciones humanas en todo el mundo y también terminar con las guerras y conflictos. La oración diaria verdaderamente puede producir una diferencia favorable en nuestra vida.

En su enfoque especial sobre Justicia, este número del Heraldo habla sobre la ley de Dios y nuestro derecho a ser sanos. Los colaboradores relatan curaciones de infarto cerebral con complicaciones cardíacas, de una enfermedad debilitante, y de las consecuencias de un accidente.

Y en nuestra sección sobre la curación metafísica un sanador espiritual cuenta de qué manera el estar conscientes de la presencia del bien trae libertad al enfermo.

Por lo tanto, querido lector, si está usted padeciendo de algún problema físico, recuerde que tiene el derecho otorgado por la ley de Dios de sanar. Si está enfrentando situaciones difíciles, recuerde que tiene el derecho otorgado por Dios de resolverlas. Entonces podrá elevarse, ya libre de enfermedades y preocupaciones, y con la certeza del amor y del poder de Dios, afirmar con el profeta Isaías: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti” (60:1).

Con afecto,

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