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Artículo de portada

La oración científica

Del número de junio de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un día, en mi capacidad de practicista de la Christian Science, recibí la llamada de una señora que me dijo que su hijo tenía varicela. Era una especie de epidemia, y toda la escuela estaba padeciendo de ese problema. Como se trataba de una enfermedad contagiosa, por razones legales, era necesario reportar el caso a las autoridades. También el médico de la escuela había sido informado y había ordenado que el niño permaneciera en su casa. Pienso que el médico esperaba que la recuperación tomara bastante tiempo.

Al orar, la madre y yo reflexionamos sobre lo que le sucedió a Daniel cuando estuvo en el foso de los leones. Pensamos que los síntomas visibles de la enfermedad se podían comparar con esos animales, que si bien parecían estar allí, no podían hacer nada. No formaban parte del verdadero ser inocente, la naturaleza divina de este niño.

Cuando uno ora siente como un suave empujoncito que le indica exactamente lo que necesita hacer en ese momento. El mensaje divino que recibimos cuando oramos se expande, comienza a tener un efecto y a producir un cambio en nosotros. Orar significa permanecer tranquilos, permitiendo que sólo lo divino esté operando, y empezar a aceptar únicamente el punto de vista espiritual de las cosas. Y en este caso, ese enfoque llegó a nuestro pensamiento a través de una historia de la Biblia.

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