Varios meses después de que pensé que habían terminado los síntomas asociados con la menopausia, empecé a tener una gran sudoración en todo el cuerpo, así como períodos de mucho calor y la incapacidad de concentrarme. Estos síntomas me alarmaron, especialmente porque no sabía qué estaba pasando, y empecé a orar para eliminarlos. Pero, como madre sola que tenía dos trabajos y asistía a tres clases en la universidad, me distraje con tantas actividades. Como había pasado mucho tiempo desde que el ciclo menstrual había terminado, no asocié los síntomas con la menopausia. Aunque había orado con la ayuda de varios practicistas de la Christian Science durante algunos meses, el problema continuaba.
Entonces, cinco semanas antes de que terminaran mis clases, estaba haciendo un trabajo de investigación en la biblioteca, cuando me sentí tan mareada que me atemoricé. Poco después, un conocido mencionó que el mareo podía ser un síntoma de la menopausia. Entonces, me di cuenta de que, aunque casi terminaba el período escolar, lo que más necesitaba era curación. Decidí abandonar mis estudios y dedicarme de lleno a sanar.
Aproximadamente una semana después, estaba leyendo Ciencia y Salud cuando encontré este pasaje: “Debiéramos aliviar nuestra mente del deprimente pensamiento de que hemos infringido una ley material y que necesariamente debemos sufrir el castigo. Tranquilicémonos con la ley del Amor... Si el hombre parece sufrir un castigo a causa de la materia, eso es sólo una creencia de la mente mortal, no una ley de la sabiduría, y el hombre sólo tiene que iniciar su protesta contra esa creencia a fin de anularla” (pág. 384).
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