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Síntomas de menopausia sanados

Del número de junio de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Varios meses después de que pensé que habían terminado los síntomas asociados con la menopausia, empecé a tener una gran sudoración en todo el cuerpo, así como períodos de mucho calor y la incapacidad de concentrarme. Estos síntomas me alarmaron, especialmente porque no sabía qué estaba pasando, y empecé a orar para eliminarlos. Pero, como madre sola que tenía dos trabajos y asistía a tres clases en la universidad, me distraje con tantas actividades. Como había pasado mucho tiempo desde que el ciclo menstrual había terminado, no asocié los síntomas con la menopausia. Aunque había orado con la ayuda de varios practicistas de la Christian Science durante algunos meses, el problema continuaba.

Entonces, cinco semanas antes de que terminaran mis clases, estaba haciendo un trabajo de investigación en la biblioteca, cuando me sentí tan mareada que me atemoricé. Poco después, un conocido mencionó que el mareo podía ser un síntoma de la menopausia. Entonces, me di cuenta de que, aunque casi terminaba el período escolar, lo que más necesitaba era curación. Decidí abandonar mis estudios y dedicarme de lleno a sanar.

Aproximadamente una semana después, estaba leyendo Ciencia y Salud cuando encontré este pasaje: “Debiéramos aliviar nuestra mente del deprimente pensamiento de que hemos infringido una ley material y que necesariamente debemos sufrir el castigo. Tranquilicémonos con la ley del Amor... Si el hombre parece sufrir un castigo a causa de la materia, eso es sólo una creencia de la mente mortal, no una ley de la sabiduría, y el hombre sólo tiene que iniciar su protesta contra esa creencia a fin de anularla” (pág. 384).

“No necesito creer ni un minuto más, que puedo ser castigada por ser mujer”.

La idea de iniciar una protesta me llamó la atención. Pensé que, como un ser totalmente espiritual, no estaba a merced de las hormonas, o de un cuerpo que envejecía o de la idea de que, como mujer, era necesario que soportara experiencias dolorosas durante ciertos períodos de mi vida. Estaba sujeta sólo a Dios, cuyo plan para Sus hijos amados sólo puede incluir el bien. Basándome en esto, tenía el derecho de protestar contra cualquier cosa que dijera que yo no tenía otra alternativa más que sufrir las consecuencias materiales. Me dije a mí misma: “Inicio mi protesta. No necesito creer ni un minuto más, que puedo ser castigada por ser mujer. No estoy a merced de condiciones materiales. Estoy bajo la ley del Amor”.

En ese momento, el temor y la incertidumbre que había estado sintiendo los meses anteriores, se desvanecieron. Esta era la primera vez que, al enfrentar esta situación, sentía el amor de Dios, y realmente comprendí que este amor era la única cosa en el mundo que tenía el poder para gobernar las condiciones de mi vida. Me invadió una sensación de libertad, y supe que había sanado; los síntomas desaparecieron inmediatamente y nunca regresaron. Esto ocurrió hace casi tres años.

Aunque esta curación no se realizó en poco tiempo, estoy agradecida por la experiencia porque me ayudó a comprender mejor mi identidad espiritual. También he podido compartir con algunas personas la idea de iniciar una protesta contra la enfermedad, lesión o todo aquello que pudiera hacernos sentir vulnerables ante cualquier tipo de problema, y pienso que también ellos han sido bendecidos por esto.



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