Yo voy a la escuela en mi bicicleta todos los días. Me toma poco más de diez minutos llegar. No hace mucho me pasó algo que me dejó asombrado.
Era invierno y la nieve cubría el suelo con una gruesa capa. Tenía como 10 centímetros. Tomé la bicicleta de donde las estacionamos en el patio de la escuela y me fui a casa a almorzar. Cuando llegué al edificio de apartamentos y quise abrir la puerta de adelante, vi que la llave ya no estaba en mi llavero. Me mantuve tranquilo, aunque sabía que esa llave también abría la puerta de mi apartamento y la del garaje, y que sería muy difícil hacer una copia.
Mi mamá y yo hablamos sobre lo ocurrido y comentamos que Dios me daría las ideas que necesitaba para encontrar la llave. Salí rumbo a la escuela un poco más temprano que de costumbre, mirando el suelo todo el camino. Pero para cuando llegué a la escuela no había encontrado la llave.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!