Cuando nos enfrentamos con la enfermedad y el dolor, hay dos puntos esenciales que se encuentran en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, el libro de texto de la Ciencia Cristiana escrito por Mary Baker Eddy, que ofrecen una guía muy útil a todo el que quiera practicar y experimentar la curación en la Ciencia Cristiana. He encontrado que estos dos puntos dan impulso a la oración en esta Ciencia, centrándola en Dios como infinito, todo, en lugar de en el problema, y llevando, por ende, a la curación. Los mismos se basan en la teología y el ministerio de curación de Cristo Jesús.
Un punto esencial es el siguiente: “El fundamento de la discordia mortal es un sentido falso del origen del hombre. Empezar correctamente es terminar correctamente” (pág. 262). De modo que empezar correctamente es comenzar con un entendimiento del verdadero origen del hombre—de cada uno de nosotros—el cual es Dios. Cristo Jesús habló del hombre “nacido del Espíritu” (Juan: 6). Por otro lado, una perspectiva enfocada en la materia afirma que somos mortales imperfectos que se originan en otros mortales imperfectos, y que estamos todos integrados en la existencia material. Afortunadamente, nuestra intuición espiritual innata se rebela y dice: ¡Eso no es lo que somos! ¡Ese no es nuestro origen! La pretensión falsa es lo contrario de la verdad que presenta el primer capítulo del Génesis, de que el Espíritu, Dios, el bien, es el creador de todos nosotros y que Dios nos hizo a Su imagen y semejanza. En consecuencia, que el hombre está dotado por Dios de todas las buenas cualidades de su creador.
A medida que cambiamos nuestro pensamiento de una base material a un origen totalmente espiritual, nuestras oraciones se alinean con las enseñanzas primordiales de la Biblia y sus numerosas declaraciones de la totalidad y absoluta bondad de Dios, y la unidad eterna del hombre con Dios como Su creación espiritual: lo que verdaderamente somos ahora y hemos sido siempre. Comprendemos espiritualmente que somos los hijos de Dios, saludables, íntegros y exentos de la creencia en el dolor y discordancia de todo tipo. El primer punto nos guía a comenzar con la única perspectiva genuina: el Dios perfecto es el origen del hombre perfecto. Esta identificación espiritual fundamental —qué somos y cuál es nuestro origen— muestra la falsedad del punto de vista material acerca de un hombre mortal enfermizo e imperfecto, disuelve ese enfoque y todo lo que se asocie con él, y abre el camino para que se produzca la curación.
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