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Original Web

El poder de ser magnánimo

Del número de julio de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 21 de mayo de 2019 como original para la Web.


Cuando era niña y salíamos a cenar con otra familia, me sorprendía mucho cuando los dos padres trataban de tomar primero la cuenta y pagar toda la comida. “¿Por qué iba a querer alguien pagar por la comida de una familia que no era la suya?”, me preguntaba.

Por supuesto, cuando fui mayor, comprendí mejor las alegrías de ser generoso y me resultó cada vez más natural querer dar lo que pudiera a los demás. Sin embargo, en mi pensamiento todavía estaba ese sentimiento de “juego de suma cero” (donde la ganancia de uno es a expensas del otro); la sensación de que, si era generosa con mis recursos, habría menos para mí y mi familia.

Entonces un día, me encontré con esta impresionante declaración de Mary Baker Eddy, mi autora favorita y la mujer que fundó The Christian Science Monitor: “Quien teme ser demasiado generoso ha perdido el poder de ser magnánimo” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 165). Al leer esta declaración pude sentir que había algo poderoso detrás de ella, algo que elevaba la idea de la generosidad por encima del simple cálculo de cuánto podemos dar a los demás. Esta cita apunta a una fuente de recursos tan abundante que hay suficiente para todos. La Ciencia Cristiana explica que esta fuente es el Espíritu divino, Dios, quien provee el bien, las ideas espirituales y la inspiración sin límites para cada uno de nosotros.

Vi evidencias de la abundancia de Dios para todos cuando un grupo sin fines de lucro del que formo parte tuvo que buscar un nuevo lugar donde reunirse. Logré encontrar y obtener un contrato con otro edificio que ofrecía el mismo precio, lo cual era muy bueno para nuestro presupuesto. No obstante, antes de nuestra primera reunión en ese lugar, lo vendieron. Los nuevos dueños estuvieron dispuestos a respetar nuestro contrato escrito, a pesar de que no era económicamente ventajoso para ellos, pero dijeron que en los próximos años tendrían que aumentar el precio considerablemente.

Al percibir su angustia, sentí que surgía dentro de mí un profundo sentimiento de amor, junto con la conciencia de que Dios era la verdadera fuente de la alegría y la inspiración que esta actividad incluía. En consecuencia, ninguno de nosotros podía perder la capacidad de expresar y experimentar estas cualidades.

De pronto, me escuché diciéndoles a los nuevos dueños: “Este acuerdo tiene que ser una bendición para todos, ¡incluso para ustedes! ¿Cuál tendría que ser ese incremento para que se sienta como una bendición este año, no solo el año que viene?” Ellos mencionaron un aumento muy modesto en el precio e indicaron que esperaban mantenerlo el año siguiente también.  

Acordamos firmar nuevos contratos basándonos en esa suma y cuando terminamos, dándonos la mano afectuosamente, ellos dijeron: “Estamos tan contentos que hasta vamos a traer limonada y galletas caseras para la inauguración”.

Hay una historia en la Biblia de cuando Cristo Jesús alimentó a miles de hombres, mujeres y niños con tan solo unos pocos panes y peces (véase Mateo 14:14–21). Primero él hizo un balance de lo que había a mano. Después agradeció a Dios, comprendiendo la totalidad y universalidad de Su bondad. La provisión de comida representaba la manifestación de la ilimitada provisión divina; en otras palabras, la sustancia del cuidado tierno y perpetuo de Dios, del Amor divino, por Su creación. 

Por último, Jesús mandó a sus discípulos a compartir libremente la comida. ¡Eso sí que es hacerse cargo de pagar la cuenta! Toda la transacción pareció estar apartada de un sentido de posesión. Jesús no actuó como si los pescados fueran suyos, y no tuvo menos ni sufrió debido a esta generosidad. De hecho, la Biblia dice que reunieron 12 canastas llenas de lo que sobró cuando todos terminaron de comer.  

Pensar en dar partiendo de la base de que se posee una cantidad finita del bien puede hacernos sentir un conflicto respecto a ser demasiado generosos o no lo suficientemente generosos. Pero podemos aceptar los recursos infinitos de Dios, todo el bien que suministra y mantiene “el infinito”. Esto jamás nos llevará a ser imprudentes o tacaños, sino más bien a inspirar magnanimidad, que es tanto sabia como generosa. Y a medida que comprendamos más claramente que por su naturaleza el bien se multiplica cuando se comparte, que el Amor divino nunca se agota, veremos evidencias del cuidado de Dios resplandecer en nuestra experiencia cotidiana.

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