Cuando un gran terremoto asoló la ciudad de México en septiembre de 2017, mi hijo mayor y yo íbamos en un Metrobús que se había detenido en un semáforo. Acababa de hablar en mi celular con una mujer que me había llamado para que orara por ella debido a un problema que tenía, y estaba agradecida porque el Amor divino responde a todas nuestras necesidades.
De repente, una señora que iba sentada atrás de mí en el autobús se sintió muy alarmada. “Está temblando, está temblando, ¡déjenme pasar!”, gritaba. Giré en el asiento le tomé la mano y le aseguré que Dios es Todo-en-todo. “El Amor divino está contigo”, le dije.
Las otras personas empezaron a tener temor, entonces comencé a decir el Salmo 91 en voz alta: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré…”.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!