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Original Web

“Su brazo nos rodea con Amor”

Del número de julio de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 24 de mayo de 2019 como original para la Web.


Cuando un gran terremoto asoló la ciudad de México en septiembre de 2017, mi hijo mayor y yo íbamos en un Metrobús que se había detenido en un semáforo. Acababa de hablar en mi celular con una mujer que me había llamado para que orara por ella debido a un problema que tenía, y estaba agradecida porque el Amor divino responde a todas nuestras necesidades.

De repente, una señora que iba sentada atrás de mí en el autobús se sintió muy alarmada. “Está temblando, está temblando, ¡déjenme pasar!”, gritaba. Giré en el asiento le tomé la mano y le aseguré que Dios es Todo-en-todo. “El Amor divino está contigo”, le dije. 

Las otras personas empezaron a tener temor, entonces comencé a decir el Salmo 91 en voz alta: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré…”. 

Todos se tranquilizaron. 

Mi hijo estaba en la parte de atrás y lo fui a buscar. Yo no sentí prácticamente nada de las sacudidas, y mi hijo estaba tan tranquilo que pensé que no debía ser demasiado serio. Pero le dije: “Llama a tus hermanos”. Así lo hizo, y uno de ellos nos preguntó dónde estábamos, y si estábamos bien. Entonces su hermano nos advirtió: “No vengan a donde estamos. ¡Se cayeron dos edificios!” Su otro hermano sugirió que nos reuniéramos todos en la casa de un pariente.   

Me percaté de que el transporte iba muy lento. Mi hijo y yo decidimos bajar y caminar, y cuando vi tanta gente caminando por la avenida principal de la ciudad, nos dimos cuenta de que la situación era grave. En el trayecto nos detuvimos a confortar a las personas con el consuelo que nosotros mismos sentíamos de Dios, y con la convicción de que el Cristo, el mensaje sanador de Dios de verdad y amor, está siempre hablando a la consciencia humana. Cristo Jesús nos enseñó que simplemente necesitamos abrir nuestros corazones a fin de escuchar este mensaje divino que acaba con el temor.

He progresado mucho en mi comprensión de que el brazo de Dios rodea a todos.  

Caminamos varios kilómetros para encontrarnos con mis otros dos hijos y familiares. Algunos estaban en shock. Solo puedo decir que Dios me dio las palabras que cada uno necesitaba escuchar porque nuestro Padre-Madre es la Mente divina que todo lo sabe, y nosotros, los hijos de Dios, reflejamos la sabiduría de la Mente. 

Al primero que saludé fue a mi nieto que tiene 8 años. Me dijo que la escena era muy fea. Entonces dijo algo muy interesante: que la gente que había muerto en el terremoto “no están ahí”. 

Mi nieto asiste a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, y tal vez en medio del caos percibió algo acerca de la vida que había estado aprendiendo en sus clases; que la vida es espiritual, y no se encuentra en un cuerpo material que puede ser herido o destruido. Las vidas de esas personas no habían terminado allí, sino que continuaban intactas e inalteradas porque Dios es Vida y Sus hijos reflejan la Vida eterna. La Biblia dice que vivimos, nos movemos y somos en Dios, así que expresamos para siempre vitalidad y utilidad y todas las cualidades de Dios. 

Le dije a mi nieto: “Tienes razón. No están allí (en la materia). Sus vidas continúan, aunque ya no podamos verlos con nuestros ojos. Es como cuando vamos en un barco y las gaviotas lo siguen y continúa volando. A veces una de ellas se va en otra dirección y desaparece de nuestra vista. Pero eso no quiere decir que la gaviota ya no existe. Continúa volando. Continúa su viaje, y nosotros el nuestro”. 

Le pregunté: 

  • “¿Qué sería útil que supiéramos ahora mismo?”
  • “Dios nos cuida”, respondió.
  • “Así es”, le dije. “Somos los hijos y las hijas bienamados de Dios”.

Este intercambio con mi nieto fue muy importante porque hace muchos años perdí a varios miembros de mi familia y amigos en un gran terremoto que hubo en México. Fue una oportunidad de afirmar, una vez más, que sus vidas continúan avanzando en el abrazo amoroso de su Padre-Madre, Dios. Un amado himno del Himnario de la Ciencia Cristiana cuya letra fue escrita por Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, dice: “Su brazo nos rodea con amor” (N° 207). He progresado mucho desde entonces en mi comprensión de que el brazo de Dios rodea a todos los que han pasado de nuestra vista.

Después de estar varias horas en la casa de nuestros familiares, mi hijo mayor y yo decidimos regresar a casa. Yo no me había percatado de la magnitud del terremoto hasta ese momento. No había transporte ni circulación vehicular en gran parte de la ciudad. Al ir caminando no podía dejar de orar, tanto silenciosa como audiblemente, por las numerosas manifestaciones de bondad y amor de que era testigo. Todos, los rescatistas al igual que otros, estaban unidos ayudando a su prójimo, dando agua, quitando escombros, ofreciendo oraciones, y simplemente siendo buenos samaritanos. Para mí, fue un recordatorio de que el Amor divino, no el temor, nos gobierna, y que ninguna circunstancia puede separarnos del Amor, puesto que vivimos y nos movemos en Dios, quien es Amor.

Mary Baker Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Porque Dios es infinito, todo poder, todo Vida, Verdad, Amor, está sobre todo, y es Todo” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 17). Esta declaración es su interpretación espiritual de la última línea del Padre Nuestro, y ha sido una ayuda maravillosa para mí al orar por mí misma, mi familia y toda la humanidad, cualquiera sea la circunstancia. 

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