Hace muchos años, cuando estaba en la República Democrática del Congo, sentí que un bicho andaba por mi cuello. Era una oruga, e inmediatamente después de eso tuve una reacción alérgica en todo el cuerpo. Más tarde, cuando mi familia se mudó a Noruega, ocurrió algo similar cuando me picó una avispa.
No manejé el problema por medio de la oración en ninguno de los casos. Simplemente acepté la reacción alérgica como algo normal y empecé a evitar ciertos insectos a toda costa. Pero cuando asistí a un campamento para Científicos Cristianos en Suiza en 2013, hablé con una practicista, y ella se dio cuenta de que le tenía miedo a las avispas. Durante nuestra charla señaló de que, puesto que la Mente infinita, Dios, es totalmente buena y lo creó todo, las ideas de la Mente son buenas, y trabajan juntas solo para hacer el bien. Por lo tanto, ninguna criatura podía hacerme daño ni yo podía lastimarlas a ellas.
Más tarde aquel verano, cuando estaba en casa, una vez más me picó una avispa. Esta vez me di cuenta de que tenía una opción. Podía aceptar que una reacción alérgica era real y Dios la aprobaba, o bien, podía verla como una falsedad y reconocer en cambio la armonía constante que existe entre las ideas de Dios. Decidí hacer esto último.
Entré en mi habitación y oré, afirmando la omnipresencia de la armonía bajo el gobierno de Dios, y la nada del mal. Reflexioné acerca del hecho espiritual de que todas las ideas de Dios trabajan juntas para el bien, sabiendo que esto era verdad para mí y para todas las criaturas allí mismo, incluida la avispa. En ese instante perdí por completo mi temor a las avispas, y no tuve ninguna reacción.
Más recientemente, estaba trabajando en una cafetería, cuando nuevamente sentí un bicho en el cuello. Era grande y negro, y aunque no vi exactamente lo que era antes de quitarlo con la mano, al principio pareció tener el mismo efecto en mí que había tenido antes la oruga. Me vino este pensamiento: “Este puede ser uno de los insectos que causa una reacción alérgica”. Pero supe que esa sugestión era falsa, ¡porque yo ya lo había probado!
Oré nuevamente, afirmando la simple verdad de que todas las ideas espirituales trabajan juntas para el bien, y no hay lugar para la discordancia en el reino de Dios. Aunque sentí un poco de picazón, tenía la determinación de mantener mi pensamiento en mi verdadera identidad como la idea indestructible y perfecta de Dios. Después de orar tres minutos con persistencia, me sentí en paz. La necesidad de rascarme el cuello desapareció, y no hubo ninguna reacción alérgica.
Estoy muy agradecido por la simplicidad y el poder sanador de la Verdad, como enseña la Ciencia Cristiana.
Christian Kongolo
Fall, Noruega