Hace muchos años, cuando estaba en la República Democrática del Congo, sentí que un bicho andaba por mi cuello. Era una oruga, e inmediatamente después de eso tuve una reacción alérgica en todo el cuerpo. Más tarde, cuando mi familia se mudó a Noruega, ocurrió algo similar cuando me picó una avispa.
No manejé el problema por medio de la oración en ninguno de los casos. Simplemente acepté la reacción alérgica como algo normal y empecé a evitar ciertos insectos a toda costa. Pero cuando asistí a un campamento para Científicos Cristianos en Suiza en 2013, hablé con una practicista, y ella se dio cuenta de que le tenía miedo a las avispas. Durante nuestra charla señaló de que, puesto que la Mente infinita, Dios, es totalmente buena y lo creó todo, las ideas de la Mente son buenas, y trabajan juntas solo para hacer el bien. Por lo tanto, ninguna criatura podía hacerme daño ni yo podía lastimarlas a ellas.
Más tarde aquel verano, cuando estaba en casa, una vez más me picó una avispa. Esta vez me di cuenta de que tenía una opción. Podía aceptar que una reacción alérgica era real y Dios la aprobaba, o bien, podía verla como una falsedad y reconocer en cambio la armonía constante que existe entre las ideas de Dios. Decidí hacer esto último.
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