Un día, mi madre y yo hicimos un viaje a una ciudad cercana para hacer algunos recados. Mientras estábamos allí, almorzamos en uno de mis restaurantes favoritos. Después de que comenzamos a comer nuestro aperitivo, de repente no pude tragar porque un objeto afilado se alojó en mi garganta. Me dolía mucho, pero todavía podía respirar.
Había bastante ruido en el restaurante, así que busqué un lugar tranquilo para orar. Mi madre le pidió al mesero que empaquetara nuestras comidas para llevar lo más rápido posible, y regresamos al auto. Mientras ella conducía de regreso a casa, vinieron a mi pensamiento varios himnos reconfortantes del Himnario de la Ciencia Cristiana que me recordaron que Dios estaba conmigo. Una estrofa que fue especialmente consoladora es la siguiente:
Brazos del eterno Amor
guardan a Su creación.
Dios te da Su protección
y Su apoyo bienhechor.
(John R. Macduff, N° 53, adapt. © CSBD)
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!