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Original Web

Objeto desplazado de la garganta

Del número de julio de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 24 de mayo de 2019 como original para la Web.


Un día, mi madre y yo hicimos un viaje a una ciudad cercana para hacer algunos recados. Mientras estábamos allí, almorzamos en uno de mis restaurantes favoritos. Después de que comenzamos a comer nuestro aperitivo, de repente no pude tragar porque un objeto afilado se alojó en mi garganta. Me dolía mucho, pero todavía podía respirar.

Había bastante ruido en el restaurante, así que busqué un lugar tranquilo para orar. Mi madre le pidió al mesero que empaquetara nuestras comidas para llevar lo más rápido posible, y regresamos al auto. Mientras ella conducía de regreso a casa, vinieron a mi pensamiento varios himnos reconfortantes del Himnario de la Ciencia Cristiana que me recordaron que Dios estaba conmigo. Una estrofa que fue especialmente consoladora es la siguiente:

Brazos del eterno Amor
guardan a Su creación.
Dios te da Su protección 
y Su apoyo bienhechor.
(John R. Macduff, N° 53, adapt. © CSBD)

Al orar, afirmé verdades simples acerca de mi relación inseparable con Dios, incluso que nada podría interferir con eso. Una vez que llegamos a casa, continué orando en silencio, y también llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Después de retirarme a mi habitación, acomodé una almohada para apoyar la cabeza y poder descansar, lo que me permitió seguir respirando lo más normalmente posible. Mientras estaba en esa posición, seguí orando.

Después de un corto período de paz, me quedé dormida, pero de repente me despertó un pensamiento aterrador: la palabra asfixia. Sin embargo, inmediatamente después me llegó en oración, con gran convicción y fuerza, que nada podía apagar mi vida porque Dios es mi Vida y Él es la única Vida.

Me sentí más tranquila y más receptiva en cuanto a qué hacer a continuación. Aunque me parecía humanamente imposible tragar, sentí una dulce confirmación de parte de Dios de que no debía temer. Y mientras bebía un poco de agua, finalmente pude sentir que el objeto doloroso se movía lentamente hasta el punto en que supe que había desaparecido de mi garganta; y yo estaba libre.

Desbordada de gratitud por lo que acababa de ocurrir, lo cual era evidente en mi sonrisa, alegría y sentido de libertad, me regocijé al compartir los detalles de mi experiencia de curación con mi madre. Al día siguiente, al sentirme dolorida, leí estas palabras en otro himno:

Oh soñador, despierta de tus sueños,
levántate, cautivo, libre ya; 
que el Cristo rasga del error el velo
y de prisión los lazos romperá. 
(Rosa M. Turner, Himno, N° 412, trad. Y adapt. de la letra en inglés © CSBD)

Esta estrofa me ayudó a darme cuenta de que todo esto era simplemente como un mal sueño. Un sueño no tiene poder, los sueños no son una realidad, y podía regocijarme con la libertad eterna que siempre me había pertenecido y que ahora expresaba como la hija perfecta y amada de Dios. El dolor se fue, y esta curación ha sido permanente, sin ningún efecto secundario.

He tenido otras curaciones: un pie fracturado, resfriados, relaciones discordantes, gripe y más. Esta curación, sin embargo, pareció ser uno de los recordatorios más profundos para mí de que Dios, la Vida, es omnipresente, omnipotente y omnisciente. Él es la Vida, la Mente siempre consciente, la Mente de todos, y nosotros, como ideas de este Ser siempre consciente, nunca podemos dejar de tener consciencia de nuestra identidad espiritual en ninguna situación dada. Siempre estamos seguros en la Mente infinita, en la Vida que es nuestro Padre-Madre, quien siempre está ocupándose de todas nuestras necesidades.

Teri Howard
Las Cruces, Nuevo México, EE.UU.

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