Mi horno de microondas se encuentra por encima de mi cabeza, así que una mañana, cuando estaba preparando la avena para el desayuno, no vi que el contenido había hervido y se había caído afuera del tazón. Al sacarlo del horno, se inclinó y el cereal caliente no solo me tocó la mano, sino que me la salpicó aún más. ¡Ay! Eso realmente me dolió.
Había tenido varias curaciones rápidas de quemaduras en la cocina por medio de la oración en la Ciencia Cristiana, así que no tenía miedo. Empecé a orar recordando ideas espirituales que me habían ayudado en el pasado. Pero entonces me vino el fastidioso pensamiento de que mi curación podía demorarse debido a una situación que me había enojado antes. Sin embargo, un pensamiento angelical me aseguró que Dios es bueno y que Él me ama. ¿Es que Dios me haría esperar a tener la curación hasta que yo resolviera el otro problema? Eso no tenía ningún sentido. La voluntad de Dios es salvarme, no castigarme.
Dios está siempre impartiendo el bien a Su creación espiritual. Me di cuenta de que no necesitaba esperar a experimentar el bien; simplemente necesitaba aceptar la verdad de que Dios responde a todas las necesidades humanas. Con esto, comencé a reenfocar mi oración, tomando una situación a la vez. Siempre encuentro consuelo en una declaración que hace Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el sentido correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía.
“Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección” (pág. 424).
Puesto que Dios siempre está a cargo, razoné que nunca podría haber un momento en que Él no me estuviera dirigiendo y protegiendo porque soy Su hija espiritual y perfecta. Él jamás cometió un error ni me abandonó, de modo que nunca hubo un momento en que algo pudiera lastimarme. Dado que los accidentes son desconocidos para Dios, también deben ser desconocidos para mí como Su reflejo. Justo cuando parecía que algo malo estaba sucediendo, allí mismo Dios estaba en realidad manteniéndome a salvo.
Mientras pensaba en estas verdades, continué preparando el desayuno y limpiando la cocina sin mirarme la mano. En el proceso, me olvidé del incidente y no volví a pensar en él hasta la mañana siguiente. Cuando me miré la mano, no había rastro alguno de una quemadura.
Esta curación me recordó, una vez más, el impresionante poder de Dios. También disipó el enojo que había estado sintiendo antes. Me di cuenta de que no importaba lo que me había molestado, era más importante perdonar que complacerme en la justificación propia. Una vez que comprendí que el error no podía tener poder real sobre mí, la reacción emocional que había estado teniendo simplemente desapareció.
Estoy muy agradecida por las ideas sanadoras que he aprendido en la Ciencia Cristiana, y por nuestro Mostrador del camino, Cristo Jesús.
Valerie Minard
Ballwin, Misuri, EE.UU.
    