A veces el liderazgo viene en paquetes sorprendentes. Hay un libro muy famoso que hace una crónica de muchos y convincentes casos prácticos de gente ordinaria que surgió para hacer cosas extraordinarias. Por ejemplo, un refugiado con antecedentes criminales se enfrenta a un líder político poderoso y egoísta, y asegura la liberación de miles de personas esclavizadas por este líder. Un granjero moviliza a varios cientos de personas en su región para derribar a un brutal ejército invasor. Y una adolescente de una pequeña población rural da a luz a un niño que se transforma en maestro y activista inspirado, cuyo trabajo transforma la escena política y religiosa localmente y a nivel mundial.
Si todavía no lo han adivinado, este libro es la Biblia, y estos son los relatos de inesperados líderes, tales como Moisés, Gedeón, la Virgen María y especialmente Jesús. Ninguno de ellos buscó el puesto de liderazgo que asumieron, y tal vez este fue el verdadero secreto de su éxito. Ellos eran humildes, abnegados y estaban dispuestos a servir. Y lo que es más importante, tenían el pensamiento espiritualizado. Recurrían al Espíritu divino en busca de ideas y guía, y actuaban sin vacilar conforme a la inspiración que recibían. Y permitían que Dios asumiera primero el mando en sus propios corazones y mentes; como transparentes cristales que permiten que la luz de la sabiduría y el amor divinos brille a través de ellos.
“Yo ... con frecuencia me salgo de en medio del camino de Dios” es como la pensadora religiosa estadounidense y fundadora de la iglesia, Mary Baker Eddy, describió en una ocasión su forma de enfrentar la vida y el liderazgo, según dijo alguien que la conoció bien (We Knew Mary Baker Eddy, Expanded Edition, Vol. II, p. 531). Ella pasó de ser la hija de un granjero a transformarse en una reconocida autora, editora y sanadora única y excepcional —al practicar el método de curación de la Ciencia Cristiana que ella había descubierto— en una época en que las mujeres tenían muchísimos menos derechos u oportunidades de los que tienen hoy en día. En casi cada coyuntura de su vida, ella tomó decisiones que iban en contra de las prácticas y opiniones populares, no porque fuera personalmente audaz o ambiciosa, sino porque estaba constantemente dispuesta a hacer una pausa y escuchar las indicaciones de la inspiración divina.
Un buen ejemplo de esto ocurrió cuando ella tenía más de ochenta años, y fue sometida a una cruel campaña difamatoria de parte de un periódico de Nueva York, que estaba fabricando titulares que afirmaban que ella estaba senil o incluso muerta. Esto con el tiempo llevaría a una demanda concebida con maldad en su contra. Pocos días después de que aparecieran las historias, ella se reunió brevemente con un grupo de periodistas a fin de dispersar esos rumores probando sus capacidades físicas y mentales.
Al prepararse a entrar en la habitación para encontrarse con el grupo, ella hizo una larga pausa. Luego siguió adelante. Cuando más tarde un observador le preguntó acerca de esto, ella explicó que estaba esperando que el Cristo entrara antes que ella (véase Robert Peel, The Years of Authority, p. 268).
El Cristo en su significado original, se relaciona con el torrente de inspiración que Dios envía directamente a Sus hijos. Entonces, esta pausa fue la manera en que la Sra. Eddy reconoció la presencia de un comunicador más elevado que ella, permitió que la Verdad divina la guiara en la conversación y supo que estaba también comunicándose con todos los presentes.
Si pensamos que el Cristo es universal, apreciamos al Cristo como la esencia del liderazgo inspirado.
Y así probó ser. Sus respuestas durante la entrevista fueron claras y tranquilas, y la demanda no prosperó. Unos dos años más tarde, en 1908, la Sra. Eddy estableció elChristian Science Monitor para hacer algo sumamente necesario en el periodismo. En sus palabras, la misión de este diario internacional es “no hacer daño a nadie, sino bendecir a toda la humanidad” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico y Miscelánea, pág. 353).
Si pensamos que el Cristo es universal, que revela la naturaleza más elevada que está en todos nosotros cualquiera sea la cultura, la raza o el género, apreciamos al Cristo como la esencia del liderazgo inspirado. Esta unción divina inspira en nosotros cualidades tales como humildad, compasión, integridad, generosidad y compromiso; las mismas cualidades que Jesús expresó tan plenamente y que están incluidas también en nuestra verdadera naturaleza. Estas cualidades nos capacitan para trabajar juntos, para dejar atrás las diferencias de personalidad, para cuidar genuinamente unos de otros. Después de todo, todos somos miembros de la familia universal de Dios, así que queremos innatamente tanto el bien para los demás como lo queremos para nosotros mismos.
Entonces, ¿cómo hacemos una pausa y permitimos que el Cristo asuma el mando de nuestros pensamientos y vidas a diario? Ocurre naturalmente a medida que abrimos nuestro pensamiento para expresar más de la naturaleza divina que se refleja en nosotros. Por ser el hijo de un Padre-Madre Dios que es el Amor infinito, por naturaleza expresamos amor, bondad, gracia, integridad, pureza; todas las cualidades espirituales que el Cristo está constantemente derramando sobre nosotros y a través de nosotros.
Podemos practicar cómo recibir y expresar estas cualidades. Practiquemos verlas en los demás. Y practiquemos reconocer que están siempre presentes para inspirar y guiar a los líderes de hoy.
    