Después de graduarme de la universidad con un título en educación, no busqué un empleo de maestro ni apliqué lo que había aprendido. Durante dos años estuve sin trabajo porque pasaba el tiempo saliendo con mis amigos y parientes, asistiendo a funciones sociales y bebiendo. A veces no regresaba a casa por varios días. Este estilo de vida parecía ser muy gratificante.
Aunque había comenzado a asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana en la universidad, cuando empecé a beber muy rara vez asistía a las clases.
Un día, se me ocurrió enviar una solicitud para entrar a la academia local de policía. Fui aceptado, a pesar de mi problema con la bebida, me gradué después del entrenamiento, y me uní a la fuerza policial. Sin embargo, dos años más tarde comencé a apostar, y mi adicción a la bebida empeoró. A veces descuidaba mi trabajo de policía. En aquella época, el placer en la materia era primordial para mí y no daba mucha importancia a mis deberes.
Cuando surgió la oportunidad de obtener un ascenso, la aproveché y logré completar el entrenamiento adicional requerido en unos pocos meses. Después, pasé la mayor parte de mi tiempo en una casa de juego de otra ciudad en lugar de presentarme inmediatamente al servicio.
Después de más de un mes de este comportamiento irresponsable, me enteré de que me habían expulsado de la fuerza. Me sentí tan desanimado que pensé en suicidarme. No parecía haber ninguna razón para seguir viviendo. Sentía que estaba simplemente esperando mi muerte. Mis padres, mis hermanos, mis parientes, mis amigos y compañeros de la academia me ofrecieron ayuda, pero yo no estaba interesado en la ayuda de nadie. Pensaba que ya lo había perdido todo: mis sueños, mi carrera, toda mi vida. No obstante, algo me impidió terminar con mi vida.
Viví en la casa de juego durante unos cinco años, sin trabajo, y continué bebiendo y jugando. Un día mi hermana fue a verme allí y me preguntó si me gustaría trabajar en el extranjero. Ella se había enterado de un buen trabajo en otro país, así que decidí ir.
Un mes más tarde, estaba trabajando como jardinero para una familia adinerada en ese país. Era una sociedad muy conservadora donde aún no hay mucha libertad de expresión o religiosa, y no había podido llevar conmigo ninguna literatura cristiana.
Muy pronto me di cuenta de cuánto extrañaba poder leer la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Había muchos pasajes útiles en ellos que recordaba haber leído en mi clase de la Escuela Dominical, y escuchado de mi padre cuando era niño, así que le pedí a una compañera de mi clase que me enviara mensajes de texto con pasajes de los libros, lo que ella hizo con regularidad.
Después de estar en el exterior casi tres años, decidí regresar a las Filipinas. Si bien fue en el momento más álgido de una recesión económica, pude conseguir trabajo muy pronto. De inmediato también comencé a asistir regularmente a mi filial de Primera Iglesia de Cristo, Científico, en la Ciudad de Baguio, en donde había asistido anteriormente a la Escuela Dominical. Fui recibido con mucho afecto. Nadie me preguntó por qué me había ausentado por tanto tiempo, y pude percibir el amor de los miembros de la iglesia por mí y la cálida camaradería entre ellos. Sentí como si perteneciera a esa familia de iglesia.
Por primera vez, entendí el poder detrás de las palabras de la Biblia y de Ciencia y Salud. Como resultado de estudiar estos libros y escucharlos en los servicios religiosos semanales, comencé a sentirme más cerca de Dios, a sentir Su presencia.
En aquella época, no estaba seguro quién era yo, y cuál era mi verdadero propósito en la vida, y aprendí más acerca de mí mismo y de mi identidad real. Entendí que, puesto que Dios me creó y yo Lo reflejo, no soy un mortal pecador, sino el hijo amado, espiritual, inocente, bueno y útil de Dios. Y no estoy separado de Dios, soy uno con Él. Dios me ama y me ayuda a hacer lo que es bueno y correcto.
Tomar consciencia de la verdad de que la vida es espiritual produjo en mí un profundo deseo de dejar de beber. En cuanto al problema del juego, aunque había dejado de apostar, todavía me atraía. Cuando la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana, y otras personas de La Iglesia Madre en Boston (La Primera Iglesia de Cristo, Científico), vinieron a nuestra iglesia filial, me sentí conmovido por su sinceridad y compasión al responder a mis preguntas acerca de los requisitos para afiliarse a la Iglesia.
Después de la reunión, le pedí a un miembro de la Iglesia que orara por mí. Le conté mi deseo de liberarme de la adicción. Esta persona oró por mí durante varios días y me alentó a continuar estudiando y orando.
Los años siguientes fueron una época maravillosa de aprendizaje y crecimiento en mi comprensión de la Ciencia que descubrió Mary Baker Eddy. Sentía que sus enseñanzas eran cada vez más importantes en mi vida, y comencé a experimentar sus efectos. El concepto erróneo de que era material y podía ser atraído por la materia, y encontrar placer en ella, fue corregido al comprender mi identidad espiritual y mi atracción natural hacia el bien. Me sentí cada vez menos atrapado e hipnotizado por la materia, la cual había estado buscando para lograr satisfacción. Fue como salir de la oscuridad del sentido material hacia el sentido espiritual de la existencia, o comprensión de la vida en Dios.
Agradecí mucho poder servir en mi iglesia filial durante este período (ahora soy miembro tanto de mi filial como de La Iglesia Madre), y me sentí guiado por Dios a tomar instrucción de clase Primaria de la Ciencia Cristiana a fin de aumentar mi comprensión espiritual y aprender a sanar. Estas oportunidades me impulsaron a crecer espiritualmente y contribuyeron a que me liberara finalmente y por completo del deseo de beber y apostar. Como resultado, mi vida se fue desarrollando de formas inesperadas. Regresé a la universidad para participar en un programa de perfeccionamiento de un año en los Estados Unidos, y luego tomé un curso para principiantes en la enfermería de la Ciencia Cristiana y trabajé por un período corto como enfermero de esta Ciencia. Estas experiencias me ayudaron a obtener una mejor comprensión de mi propósito en la vida, el cual ahora sé es expresar las cualidades de Dios y seguir el ejemplo de Cristo Jesús sanando. Él dijo a sus discípulos: “Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre (Juan 15:16, NTV).
Pensar en este propósito más elevado de servir a Dios me recuerda lo que dijo Mary Baker Eddy en un mensaje a una iglesia filial: “Como parte activa del único estupendo todo, la bondad identifica al hombre con el bien universal. Que cada miembro de esta iglesia pueda así elevarse por encima de la tan repetida pregunta: ¿Qué soy yo?, a la respuesta científica: Yo soy capaz de impartir verdad, salud y felicidad, y esa es mi roca de salvación y la razón de mi existencia” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea,pág. 165).
A través de mis numerosas experiencias difíciles, he aprendido que no podemos apartarnos de Dios para siempre y evitar cumplir con nuestro propósito sagrado. No podemos escondernos de Él, porque Dios, el Espíritu, está siempre presente. Como el hijo pródigo, de quien dijo Cristo Jesús que había entrado en razón y fue recibido con tanto afecto por su padre, aunque había cometido muchos errores en su vida, yo fui recibido con calidez por mi Padre celestial.
Estaré eternamente agradecido a Cristo Jesús por sus enseñanzas y su ejemplo; a la Sra. Eddy por su descubrimiento de la Ciencia del Cristo; y, por supuesto, a Dios, el Amor.
Spencer Binonga
Ciudad Baguio, Filipinas