En África, la gente valora mucho ciertas tradiciones que son parte de su herencia cultural. Una de esas tradiciones es reunirse todos los miembros de una aldea debajo del “árbol de las palabras” para transmitir la sabiduría africana de una generación a otra. Durante siglos estas reuniones han sido una excelente forma de promover el desarrollo de cada aldea. Sin embargo, otras tradiciones y creencias continúan sometiendo a un gran número de personas a la esclavitud de la superstición. Una de estas supersticiones es la creencia de que las señales de mala suerte anuncian la llegada de sucesos tristes, tal como una muerte o accidente.
Ahora entiendo que estas creencias son una especie de malapráctica mental pública e ignorante. Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia Cristiana, describe la malapráctica mental de la siguiente manera: “Argumentar mentalmente en una forma que afecte desastrosamente la felicidad del prójimo —perjudicarlo moral, física o espiritualmente...” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 31).
En mi país, mucha gente atribuye a ciertos animales poder para traer mala suerte. Pero en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, encontré esta declaración: “El mal no tiene realidad. No es ni persona, lugar, ni cosa, sino que es simplemente una creencia, una ilusión del sentido material” (pág. 71). Y en la Biblia en Génesis dice: “Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (1:31). Cada criatura de Dios es perfecta, y su existencia glorifica a Dios porque es Su idea. Lo que necesitamos hacer es ver la creación como Dios la ve. Al tener la idea correcta de lo que nos rodea, podemos discernir el bien en todas partes, y esta visión correcta de la realidad nos libera de las creencias falsas y de sus efectos.
En 2010, decidí pasar las fiestas de Navidad con toda mi familia en la aldea donde nací, celebrando y compartiendo una gran comida con ellos y dando gracias por todas las bendiciones recibidas durante el año. Dos días antes de regresar a Douala, la ciudad donde vivo, fui a lavar la ropa de mi madre en el río, y cuando lo hacía, escuché la conversación de algunas mujeres de la aldea. Se preguntaban quién moriría ese día, puesto que estaban presentes todas las señales que anunciaban la muerte de alguien: el canto de cierto pájaro, una línea de grandes hormigas negras rodeando las casas de la aldea, un ciempiés rojo, y varias otras cosas.
De inmediato, su charla me recordó mi niñez, cuando vivía en esa aldea. Ni bien aparecían esas llamadas malas señales, toda la aldea se ponía frenética. Los que tenían a un familiar enfermo estaban aterrados; otros oraban para que la muerte ocurriera en otra familia, entonces su propia familia se salvaría, y así sucesivamente. Al final, alguien moría. Al preguntarle a mis parientes sobre esto, me habían dicho que así eran las cosas desde el principio del tiempo. De manera que yo crecí con el mismo temor que paralizaba a todos los demás en la aldea.
Ese día en el río, escuché al ave cantar y vi las hormigas avanzando paso a paso alrededor, pero sentí que era hora de terminar con esta malapráctica mental pública e ignorante. Esta vez estaba bien equipada para hacerlo ya que había encontrado la Ciencia Cristiana hacía unos años, cuando recogí del suelo un Heraldo de la Ciencia Cristiana en francés que mi vecino había descartado. Después de enterarme acerca de la Ciencia Cristiana, había empezado a estudiar a diario de la Biblia y de Ciencia y Salud, y a leer las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana con regularidad. Este estudio había cambiado mi manera de ver, interpretar y comprender las cosas. Es más, hacía poco había tomado instrucción en Clase Primaria con un maestro autorizado de la Ciencia Cristiana. Este curso de 12 días había profundizado mi comprensión de la Ciencia Cristiana y de su método de curación espiritual.
Ahora comprendía que el temor de esas mujeres en el río provenía de los pensamientos conscientes e inconscientes de los mortales, y no constituían la realidad espiritual. Mi deber como Científica Cristiana era reflejar la luz del Cristo, anulando las sugestiones malignas en todas partes. En Mateo, Jesús dice: “Vosotros sois la luz del mundo” (5:14). Esta luz brilla a través del resplandor de nuestra comprensión de la perfección, la gloria y la magnificencia de Dios.
Todos los pensamientos están controlados por la Mente divina, la única fuente de cada idea y acción.
Al reconocer que sólo hay una Mente, Dios, que lo gobierna todo y que llena todo el espacio, me di cuenta de que absolutamente nada en mí o en otra persona puede ser manipulado o hipnotizado. Todos los pensamientos están controlados por la Mente divina, la única fuente de cada idea y acción. No puede haber efecto de ninguna otra causa, sino el bien, puesto que el Amor, Dios, es la única causa de Su creación perfecta y completa. Con una sola Mente divina, sólo puede haber una influencia divina y armoniosa. También comprendí que Dios es Vida, la Vida indestructible. Todas las criaturas de Dios son inocentes e inofensivas. A través de su presencia, canto, actividad, ellas sólo pueden glorificar a Dios, la perfección inmortal e infinita del Padre, la Vida eterna.
Después de razonar de esta manera, me volví hacia donde escuchaba al pájaro. En voz alta y con autoridad dije que un ave puede cantar sólo para la gloria de Dios porque para eso fue creado; de otro modo, debe guardar silencio. De inmediato el canto se detuvo. Cuando me di vuelta, ya no había más hormigas ni ninguna de las llamadas malas señales en la aldea. Todo había desaparecido. Y nadie murió en la aldea.
Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana nos dan la habilidad de enfrentar y superar todas las sugestiones mentales malignas.
Podemos invertir las ilusiones mortales y traer a luz la realidad divina, donde el bien está siempre presente y es indestructible. El hombre y el universo están bajo la dirección de la ley divina e infalible, sin desorden, caos ni temor. Esto ocurrió hace ya dos años, y ya no creo en la “mala suerte” ni he visto señales de ella. La gente de mi aldea siente que algo cambió, y tampoco han visto más señales de mala suerte. Es más, aquellos que me conocen, y saben cómo pienso al respecto, están apartándose de esas creencias erradas que han abrigado por tanto tiempo. Estoy agradecida por la Ciencia Cristiana, que nos da el poder de enfrentar y superar todas las sugestiones mentales malignas.