Era el gato más sucio, más flaco y más espantoso que había visto en mi vida. ¿Y qué dije cuando lo vi por primera vez? “¡Oh no! ¡Ahora no!”
Había rescatado cachorros y gatitos antes, ¡pero ahora no! Se acercaba la Navidad y tenía mucho que hacer. Pero fue justo entonces cuando mi esposo entró por la puerta con esta gata que había encontrado en una tubería fangosa cerca de su trabajo.
“¡No podemos hacerlo!”, le dije.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!