¡Ángeles! En Navidad están por todos lados. En tarjetas navideñas, vidrieras, incluso en los villancicos que cantamos. Algunos tienen halos, arpas y alas. Siempre visten ropas blancas y se ven felices.
La Navidad no es la única época del año en que pensamos en los ángeles. Yo he aprendido acerca de los ángeles en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Fue allí donde me enteré de que los ángeles realmente no tienen arpas y alas. Los ángeles son en realidad mensajes puros y espirituales que Dios envía a Sus hijos y nos vienen como buenos pensamientos. Nos guían a donde estamos seguros. Nos orientan para tomar buenas decisiones. Y muchas veces traen curación y alegría.
El himno 9, del Himnario de la Ciencia Cristiana, nos asegura que Dios
… sabe qué necesitáis;
Sus ángeles vendrán
y a todos guardarán.
(Violet Hay, Christian Science Hymnal)
De modo que no vemos a estos ángeles con nuestros ojos. Los sentimos en nuestro pensamiento y en nuestro corazón.
Un año, justo antes de Navidad, me sentía muy infeliz y tenía un resfriado. Así que oré. Escuché en silencio para recibir a los ángeles de Dios, Sus ideas sanadoras.
El primer mensaje angelical me recordó que debía eliminar el temor en mí. El temor bloquea los buenos pensamientos que Dios siempre nos está enviando. Sabía que Dios es bueno. Él está a cargo de todo y de todos. Así que podía confiar completamente en Él. Saber que podemos confiar en Dios y hacerlo con todo nuestro corazón, elimina el temor. Entonces somos totalmente receptivos a las ideas correctas que Dios nos envía sin reservas.
Como se aproximaba la Navidad, también era natural pensar en Cristo Jesús. Él sabía que el hijo de Dios —y eso significa cada uno de nosotros— es puramente espiritual, saludable, fuerte y feliz siempre. Y así como Jesús no se sentía frustrado ni asustado por la enfermedad, yo sabía que tampoco debía sentirme así. Jesús se aferraba a la verdad acerca de la forma en que Dios hizo a Sus hijos y cuánto los ama. Y nosotros también podemos hacerlo.
Todos estos buenos pensamientos eran mensajes angelicales de Dios, y elevaron aún más mi pensamiento. Me liberaron del temor por medio de una confianza más grande en la bondad de Dios. Me aseguraron que no estaba sola. Dios estaba allí conmigo.
Entonces un mensaje angelical me habló claramente por medio de este versículo de la Biblia: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4).
La infelicidad se disolvió. ¡Me sentí llena de alegría! La presencia gentil de Dios me llenó de calidez y me reconfortó. Y todos los síntomas del resfriado desaparecieron. Estaba sana.
Esta época de Navidad, y todos los días después de ella, podemos regocijarnos de que Dios y Sus mensajes angelicales están siempre con nosotros. Cuando escuchamos y obedecemos, nos traen regalos inestimables: curación, tranquilidad y alegría.