En el primer versículo de la Biblia leemos que “Dios creó los cielos y la tierra”. Los siguientes versículos de este capítulo maravilloso revelan las variadas identidades de esta creación. Finalmente, presenta la idea compuesta, el hombre, cuyo dominio era sobre toda la tierra y sobre todo ser viviente en la tierra.
A lo largo de todo este relato de la creación no se menciona que el cielo sea más espiritual o más eterno que la tierra. Es más, no se menciona el mal en relación con la tierra, y con aquello que saldría de ella. Por lo tanto, el dominio que se le dio al hombre no era el dominio sobre el mal en la tierra, como tampoco en el cielo, puesto que el mal no forma parte de la creación de Dios. El dominio del hombre era el dominio de la idea más grandiosa de Dios sobre todas Sus ideas menores, asegurando el reino de la armonía para el cielo y para la tierra por toda la eternidad. En este primer relato, Dios, el cielo, la tierra y el hombre coexisten en perfección espiritual unificada.
A partir del sexto versículo del segundo capítulo del Génesis, y en todo el tercer capítulo, se encuentra el relato falso de la creación. En esta historia no se menciona la tierra ni el cielo; solo la declaración de que apareció un vapor. Se habla de la mortalidad como si se hubiera formado del “polvo de la tierra”, una definición de la cual es “punto de vista; opinión; creencia”. Por ello se deduce que tanto el cielo como la tierra espirituales son igualmente desconocidos para el error.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!