"El hombre ... está perpetuamente dando testimonio de la grandeza y las infinitas posibilidades de la existencia”
¿Quién no anhela sentirse realizado en su experiencia? Sin embargo, con demasiada frecuencia el correr de los años parece traer tristeza e infortunio. Pero esto no debería ni necesita ser así, porque no está de acuerdo con la naturaleza de Dios, quien es el bien infinito y no tiene ningún elemento destructivo.
Al considerarlo bajo la luz de la Ciencia Cristiana, el capítulo cincuenta y ocho de Isaías tiene una belleza excepcional. Al instar a abandonar el ritual materialista, que con frecuencia oculta la sensualidad y la lujuria bajo el manto de la piedad, el profeta describe la falta de espiritualidad genuina. Él muestra que la espiritualidad debe transformar nuestra vida, reflejándose en generosidad, pureza, obediencia y amor. Y agrega: “Entonces tu luz despuntará como la aurora, y tu recuperación brotará con rapidez; delante de ti irá tu justicia; y la gloria del Señor será tu retaguardia. Entonces invocarás, y el Señor responderá; clamarás, y Él dirá: ‘Heme aquí’" (Isaías 58:8, 9, LBLA).
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