Me regocijo por el regalo de Navidad más maravilloso que podría haber pedido: la libertad de caminar libremente. El año pasado, mientras ayudaba a una amiga unos diez días antes de Navidad, me resultaba doloroso caminar. Mi agenda para la semana estaba repleta. No había tiempo para poner los pies en alto y tomármelo con calma. Para mantenerme al día, sentí que debía orar mientras estaba en movimiento. Le pedí a un practicista de la Ciencia Cristiana que orara conmigo.
Al tomar un día a la vez, pude cumplir con todas las obligaciones, desde cocinar y limpiar hasta recibir visitas y realizar eventos especiales; incluso vigilar a los perros de mi vecina. Me apoyaba en Dios y en el brazo de mi nieto cuando necesitaba hacer caminatas largas. La incomodidad en mi pierna me obligó a andar más lentamente y no desperdiciar pasos preciosos, pero vi esto como una oportunidad para expresar una mayor humildad y obediencia a Dios.
Experimentar alegría aceleró el progreso de mi curación. Tuve el privilegio de preparar las lecturas y conducir la reunión de testimonios del miércoles en nuestra Iglesia filial de Cristo, Científico, justo antes de Navidad. Esta fue una experiencia santa, y profundizó mi comprensión del significado de la venida del Cristo.
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