El cristianismo primitivo, como Cristo Jesús lo enseñó, incluía el uso de la oración para resolver problemas. Las oraciones sanadoras de Jesús se basaron en una comprensión del poder de Dios para ayudar a las personas cuando lo necesitaban.
Durante el ministerio de tres años del Maestro, introdujo una forma de vivir que alentaba a las personas a amar a los demás, ayudar a los demás y hacer a los demás lo que les gustaría que les hicieran a ellos. Su teología se basaba en el Primer Mandamiento, tener un solo Dios: un Dios Todopoderoso que creó todo, y para quien todas las cosas son posibles. Enseñó a la gente a orar, y demostró que esto tiene como resultado la curación.
Volverse habitualmente a Dios en oración para sanar es fundamental para la práctica de la Ciencia Cristiana. Desde que Mary Baker Eddy la descubrió en 1866, la Ciencia Cristiana ha demostrado ser muy eficaz, y hay un registro bien documentado de su poder sanador en el capítulo “Los frutos”, de su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, y en las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, como esta, desde 1883.
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