El verano pasado, mi hijo y yo hicimos una caminata de un día por tres cumbres en algunas de las montañas más escarpadas de New Hampshire. En nuestro camino hacia el tercer pico, me di cuenta de que mis movimientos se estaban volviendo más laboriosos con cada paso. El progreso era lento, y como mi hijo seguía vigilando cómo estaba, comencé a buscar respuestas en el cuerpo. Sin embargo, lo que informaban mis piernas, pulmones, etc., no era nada alegre ni optimista. Entonces me vinieron estas palabras del Himnario de la Ciencia Cristiana:
En el Señor confía,
espera, corazón,
pues Su verdad te guía
en penas y aflicción.
Es Su poder tu fuerza,
tu gozo es Su amor;
tus días Él prolonga,
la paz te da el Señor.
(James Montgomery, Himno N° 77)
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