Hace veintidós años, mi esposo y yo dimos la bienvenida a nuestro segundo hijo. El niño nació prematuramente y nos dijeron que sus pulmones no estaban completamente desarrollados. Lo mantuvieron en el hospital durante una semana para monitorearlo antes de que pudiéramos llevarlo a casa. Cuando cumplió seis meses, le diagnosticaron asma.
La madre de mi esposo me había dado a conocer la Ciencia Cristiana, pero esto ocurrió a principios de mi estudio de esta Ciencia, y aún no me sentía cómoda confiando en Dios para la curación. De manera que, como recomendaron los médicos, confiamos en máquinas de respiración y medicamentos para controlar la condición de nuestro hijo. La situación era profundamente perturbadora, y me encontré luchando contra la depresión y un tremendo miedo por su futuro.
En ese momento, mi esposo sugirió que llamáramos a una practicista de la Ciencia Cristiana. Nuestro hijo todavía estaba bajo supervisión médica, y continuábamos con sus medicamentos, pero la practicista aceptó amorosamente orar por mí y apoyar mi crecimiento espiritual en este momento difícil. Hablé con ella a menudo durante los siguientes seis meses, y me proporcionó pasajes para estudiar de los libros de texto de la Ciencia Cristiana: la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy.
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