Fue un excelente ejemplo de integridad, tanto de él como de ella. De camino a la casa de un funcionario de la sinagoga llamado Jairo, Cristo Jesús se detuvo para identificar y atender a alguien de la multitud que lo rodeaba. Una mujer había tocado el borde de su ropa en su desesperada búsqueda de curación. Se la consideraba impura debido a su larga enfermedad, y la ley religiosa le prohibía entrar en contacto con otras personas. Cuando se acercó a Jesús, admitió con temor pero con honestidad que lo había tocado y que había sido sanada. Jesús le dijo con mucho amor: “Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote” (Marcos 5:34).
Esta historia bíblica muestra los dos lados de la integridad, y ambos son importantes en la curación. Una es la moralidad expresada por la fe, la honestidad y la determinación de la mujer. El otro significado, y el más elevado, de la integridad es lo que Jesús le dio a la mujer: la comprensión de que ella misma era completa, libre de pecado y enfermedad.
El mensaje “Sé salva” también nos habla a nosotros. Muchas de las cosas que nos rodean —las relaciones, el gobierno, la salud, etc.— pueden parecer quebrantadas. Anhelamos reparar lo que nos preocupa. Y, al igual que la mujer, podemos confiar en nuestro deseo puro de que el bien nos guíe hacia el Cristo, el mensaje sanador de Dios a la consciencia humana que nos asegura que nosotros y todos ya somos completos.
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