Un día, mi papá me llevó a una clase de baloncesto. Llegamos temprano, y yo quería ser como Spider-Man y trepar a lo alto de una pared de roca que es una de las paredes exteriores del gimnasio. Mientras escalaba, una roca a la que me aferraba se soltó de la pared. Me caí y la roca aterrizó en mi cabeza. Me puse a llorar porque me dolía y sangraba.
Mi papá me metió en el auto y condujo hasta la sala de emergencias para que me limpiaran. Mientras conducíamos, papá cantó un himno llamado “‘Apacienta mis ovejas’” que yo había cantado antes en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Parte de este dice así:
Fiel Tu voz escucharé,
para nunca errar;
y con gozo seguiré
por el duro andar.
(Mary Baker Eddy, Himnario de la Ciencia Cristiana N° 304)
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